Retomamos el hilo de los consejos para corregir que apuntábamos en el artículo anterior. Esperamos que os sean de utilidad.
9. En los trabajos de expresión escrita que se realizan en el aula, corrige durante el proceso de construcción del texto. Selecciona el tipo y el número de errores y proporciónales pistas para que analicen los fragmentos del texto en los que está el error, favoreciendo así la autocorrección.
10. Si se trata de un trabajo de expresión escrita individual que los alumnos realizan en casa, trabaja sobre los sucesivos borradores. No lo corrijas todo de una vez; elabora un código que dé pistas sobre el tipo de error, permitiéndole al estudiante reconstruir y mejorar el texto poco a poco y por sí mismo.
11. Recuerda que el objetivo de la corrección no es otro que el de ayudar a tus alumnos a mejorar su competencia comunicativa.
12. No penalices los errores ni dejes en evidencia al alumno que se ha equivocado. Valora positivamente los riesgos y los aciertos de tus estudiantes, pues un refuerzo positivo explícito también puede ayudar a nuestros alumnos a confirmar sus hipótesis sobre determinados aspectos formales de la lengua que están aprendiendo.
13. No olvides atender a los errores léxicos de igual modo que solemos hacerlo con la aplicación incorrecta de las reglas gramaticales, con los pragmáticos, etc. Los errores léxicos son muy frecuentes y suelen generar una percepción negativa y el bloqueo de la comunicación.
14. La corrección no es un fin en sí mismo: tómala como punto de partida y proporciónales actividades de refuerzo para evitar la fosilización.
15. Recuerda que los alumnos no solo aceptan la corrección por parte del profesor, sino que además, la esperan.
16. Déjales claro a tus estudiantes desde el primer momento cómo, cuándo y por qué vas a corregir a tus alumnos. Negócialo al principio del curso con tus estudiantes para que ellos sean conscientes y tengan claro cómo será la actuación de su profesor en lo referente al tratamiento de los errores que, afortunadamente, se producirán en clase.
Créditos de la imagen de este artículo: Clic International House.

José Luis Álvarez Cavanillas
Profesor de español y formador de profesores , CLIC IH Sevilla
Licenciado en Filosofía y Máster de ELE por la universidad de Barcelona. Formador de profesores y profesor en el máster de ELE de la universidad Pablo de Olavide de Sevilla. Autor de materiales didácticos para formacionele.com.
Si quieres, puedes leer otras contribuciones suyas en este blog.
Ambos artículos me han parecido muy interesantes. Destaco, sobretodo, que se incida en «regalar» una buena valoración a los alumnos que se arriesgan en clase, a los que participan aunque acaben equivocándose. La timidez y el miedo escénico son más frecuentes de lo que pensamos, y más aún al expresarnos en una lengua que no dominamos. Y es más fácil ganar, es decir, aprender, cuando nos atrevemos a dar el paso. Por ello creo importante resaltar un par de consejos que se mencionan en el texto y que me parecen imprescindibles: la paciencia del profesor, que debe ser benevolente y ponerse en el (difícil) lugar del que aprende y que puede traducirse, como dice el artículo, en dar oportunidades al alumno de reformular sus palabras, sin interrumpir su discurso, cosa que suele ser frustrante, porque te obliga a prestar atención a dos cosas a la vez en un momento de cierta tensión. Muchas gracias por los consejos. Todos, sin excepción, de grandísima utilidad
Estoy muy de acuerdo tanto con la reflexión, como con los comentarios surgidos a partir de ésta. Me parece una metodología muy respetuosa, que favorece la comunicación y confianza de los alumnos a la hora de enfrentarse a una lengua que no es la propia, sin miedo a cometer errores. Además, considero que estos consejos se podrían – y deberían- extrapolaran a otro tipo de enseñanzas regladas, tomando la corrección como herramienta para seguir avanzando.
De todos los puntos, con el que más me caso es con el punto 12, pues además he vivido un caso negativo como estudiante y no me gustaría que nadie se volviera a sentir así. Resulta que, hace muchos años, me apunté con unos compañeros a recibir clases de inglés en el trabajo. El profesor sería de la antigua escuela, pues se llevó toda la clase corrigiéndonos absolutamente todo. Se me iba el hilo de lo que estaba contando. Además, hasta que no decías cualquier estructura de forma correcta, no te dejaba avanzar. Hasta el punto de sentirme extremadamente ridícula, muy, muy avergonzada repitiendo cada una de las frases, y cada una de las palabras y estructuras gramaticales de forma correcta. Como no lo hiciera bien, ¡Vuelta a empezar! Todos mis compañeros mirándome, yo muy ruborizada, y ya no sabía ni lo que hacía, ni lo que decía, ni ganas de contarle mi vida ya a nadie y mucho menos a aquel profesor intransigente. Y lo peor, delante de mis compañeros. Para mí, acostumbrada a otro tipo de enseñanza de idiomas, fue especialmente desagradable. Ni que decir tiene que no volví más a recibir sus clases. Así que, desde ese día, soy fiel defensora de este método por lo que estoy muy feliz de encontrarlo por aquí. GRACIAS
Son unos consejos muy prácticos. Es importante corregir los errores del alumno, pero, sobre todo, es importante que el alumno no pierda la confianza y siga intentando contribuir de manera activa en el desarrollo de las actividades que se realizan tanto en el aula como fuera de ella.
La negociación de los criterios de corrección del profesor también es muy importante, por lo que veo adecuado que se negocie y se deje claro desde un principio para que tanto los alumnos y el profesor se encuentren en sintonía.
Genial artículo José Luis, gracias.
Opino que en los errores encontramos una magnífica herramienta para la enseñanza, ya que si conseguimos gestionarla correctamente, obtendremos unos mejores resultados finales en el aprendizaje de nuestros alumnos. Puesto que no solo sabrán por qué se dice de una manera sino que además, sabrán cómo no se dice y eso les será útil a la hora de seguir avanzando.
También debemos prestar atención a si ese error lo hemos inducido nosotros mismos y aprender a solucionarlo para que no vuelva a ocurrir, ya que podemos fosilizar el error tanto en los alumnos como en nosotros mismos.
Así mismo, considero que hay que dedicar especial atención, esfuerzo y dedicación a la hora de solventar los errores derivados de las diferencias culturales.
De la misma manera que a veces podemos dejar pasar algunos errores comunes y corregirlos más tarde para no entorpecer la fluidez, cuando nos encontramos con un error que proviene de las diferencias culturales, debemos actuar inmediatamente para que en la medida de lo posible no vuelva a suceder. Facilitando así malentendidos y situaciones indeseadas para los alumnos y sus interlocutores.
El daño que ha causado en nuestra sociedad judeo-cristiana el error!!
El hecho de equivocarse, formaba parte de un sistema arcaico y tradicional, aunque desgraciadamente aún sigue vigente en muchos aspectos. En este sentido, el error se penaliza, se ve como algo negativo y la persona que lo comete no lo normaliza.
Según esto, siento y pienso que el objetivo de nuestra evolución es reflexionar y cambiar lo anterior para que se de una mejoría cualitativa. El error es necesario, debemos aprender de él y gracias a nuestras equivocaciones podremos cambiar y progresar.
Pues lo mismo ocurre en la enseñanza de una lengua, es algo natural, esencial y nos desvela muchos aspectos lingüísticos-gramaticales y comunicativos del estudiante. También la forma de corregir nos da pistas de como es un buen profesor. Es esencial saber en que momento corregir y negociar con los estudiantes como va a ser tu actuación respecto a las correcciones.
Hay que motivar a los estudiantes a que se arriesguen y no tengan miedo de equivocarse. Su reflexión sobre esos errores les permitira evolucionar.
En estos consejos de corrección destaco el de premiar y valorar la valentía de cada alumno. Este tipo de alumnado se atreve a pronunciar cualquier palabra o frase sin tener miedo a equivocarse; esto será definitivo «seguramente» en su aprendizaje. Por esta razón el profesor debe premiar este atrevimiento. Pueden equivocarse (por supuesto, como todo el mundo) pero es un paso que ya tiene ganado y el docente debería de hacerles ver su valentía. También (y como he manifestado en el anterior punto de los consejos de corrección) hay que ser consciente de que los alumnos pueden bloquearse en sus procesos de aprendizaje porque no observan ninguna solución a sus problemas.Por esta razón una de las funciones más relevantes del docente es evitar a toda costa este sentimiento de culpa, bloqueo y «bajada de persiana». El docente debe estar atento a todo este tipo de sensaciones por parte de los alumnos y de esta manera provocar en cada uno un estado de satisfacción enorme. Por último, es necesario resaltar el procedimiento que debe seguir el profesor para corregir los errores de su alumnado. Debe dejar muy claro desde el principio la manera en la que se va a penalizar, corregir o reforzar cada error que se cometa, con el objetivo de obtener unos resultados óptimos en un futuro próximo.
Interesante, fascinante incluso diría. Cometer errores en el uso de una «L2» es algo con lo que se cuenta. Que de un profesor se espera que corrija nuestros errores parece obvio. Tomar conciencia de que en función de cómo el error sea gestionado se pueden obtener efectos distintos y dispares e incluso contraproducente me parece necesario. Haber tenido la oportunidad de leer las reflexiones del profesor Alvarez, y poder nutrirnos de su experiencia y conclusiones, me parece una suerte.
Me parece un efoque muy interesante, el alumno se da cuenta de sus errores y profundizar en ellos para luego corregirlos. Esta frase Benjamin Frankling lo describe perfectamente: «Dime y lo olvido, enséñame y lo recuerdo, involúcrame y lo aprendo.» Y esta es la labor del profesor implicar al alumno, guiarlo en ese proceso de corrección o rectificación.
El error muestra, como poco, un esfuerzo por parte del alumno a acercarse a la lengua que aprende, aunque se equivoque. El error se concibe como un maestro ya que aprendemos de él. Observando los errores de los alumnos aprendemos cómo podemos guiarlos, convirtiéndose así el error en un instrumento valioso que nos indica qué camino seguir para ayudarlos en su proceso de aprendizaje. La lectura sobre «el error en el proceso de aprendizaje» de Ana Isabel Blanco Picado, y los consejos que nos da el profesor José Luis para hacer más efectiva la corrección en el aula, me parecen de una gran utilidad que hay que llevar a la práctica.
Los errores son una gran manera de aprendizaje. En las vidas recordamos vívidamente las malas experiencias o los fallos que hemos tenido, con el fin de evitarlos en el futuro. Aplicado al lenguaje, si tropezamos muchas veces en la misma piedra, la de un verbo mal conjugado por ejemplo, está claro que si se nos corrige ese error de manera eficiente es muy probable que no se vuelva a repetir.
Es curioso como hay alumnos que recuerdan muchas veces algo precisamente porque estaba implícito en un error que cometieron en una clase pasada. Muchas veces con el refuerzo y una estrategia positiva, el alumno aprende esos conocimientos con mucha más solidez que otros que no le suponían un problema. Es muy interesante ver cómo a través de los errores se puede trabajar la empatía con el alumno y animarle a que conecte más con la lengua que estudia, superando las dificultades y utilizando diferentes técnicas sin que se sienta evidenciado o muy lejano al resto de sus compañeros. La comunicación y la negociación con los alumnos como estrategia es algo que antes no se contemplaba y hoy en algunos sitios tampoco, y sin embargo es un aspecto clave durante la enseñanza.
La definición del «error» del primer parte de esta serie («una manifestación del sistema lingüístico en evolución») me llamó la atención inmediatamente por ser una perspectiva humana y bondadosa, en contraste riguroso con cómo veía mis propios errores del lenguaje (vicios para eliminar, reflejos de incompetencia). Me hizo pensar el el papel de un profesor y la importancia de las relaciones humanas, de hacer crecer a los alumnos, de ser guía con paciencia y amabilidad….. creo que cultivar las características de un buen profesor me ayuda ser mejor persona a la vez.
Una de las cosas que tal vez producen un nivel grande de angustia cuando intentamos hablar una lengua distinta a la materna es cuando cometemos un error una y otra vez y no encontramos la manera de corregirlo pues ya está fosilizado en nuestro cerebro, creo que si ya poseemos algún vicio de este tipo lo más adecuado es la intervención de un buen profesor que nos haga caer en cuenta de lo que no estamos haciendo bien y que nos pueda corregir de la mejor manera, sin embargo, si en su momento hubiéramos contado con una corrección oportuna no estaríamos en tan lamentable situación. La fosilización se combate con corrección oportuna.
Interesante artículo en el que se presenta al error cómo un valioso instrumento para potenciar el proceso de aprendizaje y no algo negativo, sino todo lo contrario, que ayuda a mejorar capacidades de expresión oral, escrita, etc.
Consejos muy interesante para reflexionar sobre cuándo, cómo, a quién, qué…corregir en un aula, ya que al gestionar una clase hay que tener en cuenta que el tiempo es limitado (no se puede interrumpir la clase a menudo para corregir cada error) y que cada alumno es diferente (puede que alguno sea especialmente tímico o sensible y al ser corregido continuamente o en público se desmotive).
La autocorrección lleva al alumno a reflexionar sobre su posible error o errores y reformular el texto o lo que acaba de decir, de forma que es activo en el proceso de aprendizaje, fijándose mejor lo aprendido.
La corrección entre iguales da la oportunidad a los alumnos de interactuar entre ellos, ayudando al compañero, haciéndolos sentir bien porque están ayudando y porque son conscientes de que están aprendiendo…además suele existir una conexión y nivel de entendimiento entre ellos mayor a la existente con el profesor, lo que ayuda a que al intentar explicar algo usen un lenguaje similar o proporcionen ejemplos o situaciones más acordes con el nivel de la lengua que poseen.
Tras la lectura de ambos artículos,la idea de ver el error como un avance y progreso en el proceso educativo se ve reforzada.Identificar error con fracaso es uno de los preconceptos que casi por tradición cultural,todas las sociedades hemos tenido;Afortunadamente este significado como algo negativo está cambiando en todo aquello que tiene que ver con el aprendizaje,aunque aún queda mucho por avanzar en determinados entornos o campos.
Para un correcto análisis de los errores y su posterior rectificación,lo primero es saber ubicarnos en el lugar del alumno ,de su momento en el proceso de aprendizaje y cuáles son las metas a las que queremos llegar.Así conseguiremos sacar todo lo positivo que un error puede aportarnos,ya que es una de las mejores maneras de evaluar cuáles son los puntos a reforzar en el estudiante y nos sirve de guía para posibles vías de actuación ,subsanando esas deficiencias o aprendizajes aún no suficientemente fijados.
La corrección de errores debe de hacerse de una manera práctica y ante todo respetuosa con el alumno,sin crear en éste sentimientos de frustración o de inutilidad,sino todo lo contrario poniendo en valor lo positivo y dotando de herramientas de mejora para aminorar los fallos.
Cuando corrijamos debemos centrarnos en aquellos errores que se correspondan con los aprendizajes que ya debe tener el alumno ,por lo que recalcar fallos en otros aspectos desconocidos para él no harían otra cosa que bloquearlo y retrasar una clase,hecho que no tiene mucho sentido ni utilidad.
La tarea de correción siempre ha sido atribuida al profesorado,otra idea que debemos de modelar y que de hecho ya está o ha cambiado.La corrección entre iguales es un de los mejores valores que tenemos en un aula,existiendo situaciones en las que un compañero de clase puede ser mas influyente en otro alumno que el profesor.En caso de necesitar ayuda obviamente el profesor es la guía para que entre todos se logre un buen desenlace ;Afortunadamente en la educacíon los procesos ya no son unidireccionales ni jerarquicos,la bidireccionalidad y la reciprocidad han llegado a éste apasionante mundo para quedarse y ayudarnos enriqueciendo nuestro trabajo.
Podríamos especificar punto por punto todo lo explicitado en el artículo,hablando de lo concreto de corregir oral o por escrito,tecnicas de correción concretas o la necesidad de una negociación previa para que los alumnos sepan qué ,cómo y cuándo se va a corregir …etc.
Pero creo que lo importante a resaltar es que el error no debe ser puesto en el último escalón del proceso educativo ,sino en el primero ;Todos nos equivocamos en los inicios (sea cual sea la actividad),tengamos la edad que tengamos y la experiencia que acumulemos…El error no es más que el símbolo de que algo nuevo esta llegando a nuestras vidas,a nuestra mente,nuevos aprendizajes y como tal recibámoslo con alegría y calma.
Después de haber hecho el curso de formación en clic y también de haber sido profesor en prácticas, es inevitable que al leer esto no recuerde todo lo aprendido. He leído algunos comentarios a los dos post y coincido con muchos de ellos en que hasta este momento no sabía que el error y su corrección eran tan importantes en el proceso de enseñanza-aprendizaje, evidentemente teniendo en cuenta qué corregir y cómo.
Como experiencia puedo decir que la puesta en práctica es bastante complicada al principio. Oyes muchos errores pero no sabes si son del nivel o están por encima, si debes corregirlos o no y siempre teniendo en cuenta que el alumno no puede sufrir «humillación» de ningún tipo.
Ahora bien, que se autocorrijan es esencial y en muchos de los casos ellos mismos se dan cuenta del error y si ellos no son capaces rebotar la pregunta a sus compañeros sería el siguiente paso, el profesor será el último en intervenir.
Es difícil llevar a cabo la corrección pero con el tiempo se puede lograr de manera satisfactoria.
Es de mucha ayuda estos 16 consejos.
Magnífico artículo, se complementa muy bien con lo explicado en clase. Tomo nota para el futuro.
Muy buena entrada. Es un tema indispensable que todos los profesores deberían tener en cuenta a la hora de localizar el error y corregirlo. Me ha parecido muy interesante la lista entera, pero me quedo con que el alumno arriesga su dignidad y vergüenza a la hora de ser corregido. Si les mostramos que es algo por lo que no estar cohibido ni estar avergonzado, verán que es una gran ayuda ya que incluso en las negociaciones ellos piden que siempre se les corrija.
Todos los comentarios son también muy interesantes, ver los puntos de vista y las experiencias con ciertos alumnos de ciertos países da a qué pensar sobre sus fallos más comunes.
Gracias por la entrada José Luis.
Estos consejos me parecen muy interesantes y además ponen de manifiesto que saber aprovechar los errores como oportunidades de aprendizaje para los alumnos va a constituir un rasgo diferenciador de los buenos profesores, pues son muchos los aspectos y criterios a tener en cuenta para conseguir la esperada corrección efectiva y oportuna, adaptada a cada circunstancia y a cada alumno.
Me quedo con que la corrección no es un fin en sí mismo, creo que es el punto más importante del post y en el que se pueden resumir todas las demás recomendaciones.
Muchas gracias a José Luis por su aportación.
Uno de los temas que me llama bastante la atención tiene que ver con la corrección. Este post me parece muy interesante ya que, no solo intenta hacer ver tanto a profesores como a alumnos la importancia de la corrección a la hora de aprender una L2, sino también porque nos ofrece varios consejos para poder corregir al alumno. Quizás, el punto que más me ha llamado la atención ha sido el de dejarle claro a los alumnos el por qué, el cuándo y el cómo de las correcciones.
Jamás me había parado a pensar la importancia que tenía eso de negociar ocn los alumnos los contenidos y el tipo de corrección que se llevarían a cabo en las clases y, a decir verdad, desde mi punto de vista, se trata de aspectos que no deberían faltar en el aula.
Al hilo del post anterior, muy bien puntualizados los tipos de corrección y el enfoque del error como una ocasión de riesgo para que el alumno pueda encontrar fórmulas para expresas sus hipótesis. Son consejos muy valiosos y que pueden ayudarnos cuando tengamos dudas en clase.
Lo de que el alumno espera que el profesor lo corrija es totalmente cierto. De hecho, sólo pueden considerar que un profesor es bueno, cuando les está ayudando a mejorar a expresarse en la L2 en este caso. La corrección,ocupa un papel muy importante en dicho aprendizaje.
El error es algo innato en el ser humano e imprescindible para el proceso de aprendizaje, sin los errores y el análisis de los mismos no se puede evolucionar como individuo. Por ello nunca debemos considerarlos como algo negativo tal y como se ha venido haciendo en la educación en etapas anteriores, de las cuales somos herederos hoy día y todavía nos quedan muchos hábitos y reacciones que están intrínsecos en nuestro comportamiento y son difíciles de evitar.
Como han dicho anteriormente, de los errores se aprende y sin la experiencia de los mismos nunca vamos a llegar a dominar nuestros conocimientos sobre lo que queremos aprender, ni a desarrollarnos en sociedad. Hasta ahora hemos venido siendo meros receptores a los cuales se nos ha llenado de información sin poderla aplicar a la vida cotidiana, porque la mayoría de esa información recibida no coincidía con la realidad que estábamos viviendo en ese momento y el sistema implantado imponía que tuvieras que memorizar datos fuera de contexto,sin experimentar los conocimientos adquiridos, lo que hacía que no se aprendiera nada y todos esos datos se olvidaran con gran facilidad.
La corrección de nuestros errores es totalmente necesaria y el profesor debe estar ahí como mediador de ese aprendizaje que debe hacer el alumno por sí mismo de forma autómata. Es por ello que en nuestro ámbito, como profesores de español para estudiantes extranjeros, tenemos que ser conscientes de las limitaciones de nuestros alumnos a la hora de enfrentarse a un nuevo idioma o de desarrollarlo y debemos corregir sus errores de forma espontánea,natural y amable, siempre con una finalidad para que aprendan a aprender y para beneficiarlos en su conocimiento del idioma español.
Del artículo de Ana Isabel Blanco resaltaría la idea de “pactar” previamente con los alumnos el tipo de errores que vamos a corregir en el aula. Lo propone como una forma de establecer las prioridades que ayudará a focalizar la atención en los objetivos que hemos planteado para esa clase o/y las siguientes; y plantea la corrección de errores no como un “castigo”, sino como algo positivo en el proceso de aprendizaje.
El que la “corrección de errores” se vea como algo natural es «un aprendizaje fundamental” porque cometer errores es lo normal cuando se está aprendiendo (y siempre); y agradecer que nos corrijan es una muestra de que reconocemos- con los hechos, y no sólo en la teoría-, que somos limitados. Se podría decir – casi en general – que a todos nos viene bien recordar que la persona que nos hace caer en la cuenta de algún fallo, o de nuestros errores “no es un enemigo que nos está recordando que somos inferiores”; el aceptar la corrección nos hace descubrir “amigos”, y ser agradecidos, al tiempo que nos libera de «complejos»
Esto, en lo referente a la producción del lenguaje hablado y a las intervenciones en el aula.
De todos modos, para ayudar a que el ánimo no decaiga ante los fallos, es también importante, resaltar el uso correcto de las estructuras que se han explicado recientemente y que han sido aplicadas correctamente por los estudiantes. Con la precaución de no hacerlo de manera “forzada”- como si se tratara de algo “extraordinario” (“¡por fin fuiste capaz de hacerlo bien! ¿Ves como puedes?”) Se entiende que estoy exagerando para advertir de un peligro que a veces se da entre profesores – y también en los padres al educar a sus hijos-, y es el siguiente: Cuando “por fin” hacen algo bien, después de tenernos “desesperados” repitiéndoles lo mismo una y otra vez (cosa que es un error por nuestra parte), convertimos el premio en un nuevo castigo: ¿Ves como podías!!!… (de lo que se deduce: si antes lo hiciste mal era porque no te esforzabas… o porque no te daba la gana). La Naturalidad para repasar, y detenerse en recordar algunas intervenciones correctas, y afianzar así lo que se ha hecho bien, debería ser similar a la que se recomienda para la corrección de errores. En conclusión: No hundir con reprimendas, y no ensalzar excesivamente un logro.
También destacaría como una aportación muy interesante la de dar a los estudiantes, una vez terminado un ejercicio escrito, la posibilidad de corregir sus propios. Esto enlaza con algo obvio, pero que no siempre se admite: muchos errores, en realidad no lo son, son simples despistes. Si nos paramos un momento a revisar lo que hemos escrito, los detectamos fácilmente, y nos sorprende que los hayamos cometido, pues se trataba de algo que sabíamos.
Tengo que reconocer que tanto la clase de hoy como la lectura del artículo de Blanco Picado y las recomendaciones que se resumen en este blog me han marcado un antes y un después en la concepción previa que tenía del error. En mi opinión anterior, no consideraba que fuera algo estigmatizante y de lo que avergonzarse en sí, pero tampoco era consciente del valor tan potente que podría tener en el aprendizaje de los alumnos si se sabe emplear la corrección de forma adecuada.
Ahora puedo decir tras leer el artículo que coincido en que la autocorrección entre alumnos (que están en el mismo nivel o aproximado de interlengua o proceso de aprendizaje de la lengua meta) guiada por el docente es muy valiosa. La autocorrección me parece mucho más sencilla cuando se trata de expresión escrita que oral y espontánea, y opino que la elaboración de la lista de errores gramaticales, de registro, tono y coherencia, aunque sería muy útil para que ellos tomen conciencia de su propio nivel dentro del aprendizaje y de los errores más típicos inherentes a él, también puede ser muy complicado hacerles ser conscientes de ejemplos concretos de los mismos.
Por último, resaltar la importancia de la impersonalidad de la corrección, el tono afable y nunca recriminatorio, de evitar la corrección sistemática de errores y centrarla en los propios del nivel del alumnado, de la utilidad del análisis de los errores heredados de etapas previas y de la negociación inicial sobre la corrección que se debe hacer con los alumnos, para que pierdan el miedo al error y lo asuman como lo que es, algo que les ayuda a acercarse aún más a la lengua meta.
Tanto este listado de consejos acerca de las maneras más adecuadas de corregir como el texto de Blanco Picado nos muestran una reflexión del error muy acertada, si se me permite el juego de palabras. En general es una guía estupenda para tener siempre a mano y ser rescatada de vez en cuando, en términos de autoevaluación de la labor como profesor.
Entre las sugerencias más destacadas (en una selección personal) se encuentran la de variar el método de corrección incluyendo a los alumnos (preferiblemente en equipos para que la «culpabilidad» se reduzca al estar distribuida) y la de incluir también, en estos casos, un listado de usos acertados de la lengua.
Sin embargo, se me plantea una duda de efecto práctico: Blanco Picado menciona que no se puede pretender que los alumnos usen una construcción perfecta inmediatamente. En ese caso, ¿cuántas sesiones deben reservarse para el ejercicio de una construcción y en qué momento deben ser introducidas las actividades de comunicación?
Cuando se aborda el tema de la corrección, numerosos estigmas siempre vienen a la mente. ¿Hasta qué punto el profesor debe intervenir? ¿Cuánta libertad se le puede otorgar al alumno para cometer errores?
Aunque se trata de un tema sensible que genera bastante controversia, ni profesor ni alumno pueden caer en el error de magnificar la cuestión y exagerar su importancia. Obviamente, el profesor ha de moderarse con las correcciones para no aplastar emocionalmente al alumno y dejarlo en evidencia delante de sus compañeros. Creo que este es el principal fallo en el que incurren muchos docentes. Cuando un alumno sufre un bloqueo o desconoce la respuesta acertada, en ocasiones el profesor responde con un «NO» demasiado contundente al que le suceden expresiones como: «¿Es posible que no sepas eso? Quizá tu compañero X conoce la respuesta». Actuando de esta forma, el profesor ofende al alumno, que puede tomar una actitud reaccionaria y hostil frente a al profesor, a sus compañeros y, a continuación, hacia el idioma.
No me equivocaría si afirmo que muchos alumnos han dejado de estudiar una lengua por la vanidad y la impertinencia de un profesor, que aunque sin una intención vil y cruel, sí produce un rechazo fruto de la impericia del encargado de impartir la clase.
Por supuesto, el polo opuesto es igualmente negativo. La permisividad con los errores del alumno conduce a un mal conocimiento de la lengua, deformación de la realidad del idioma meta y, probablemente, a una perpetuidad del error o, en el mejor de los casos, a una tendencia al descuido en el que se producirán múltiples errores. Los alumnos enseñados con incorrecciones estarán en situación de desventaja con respecto a otros estudiantes de su mismo nivel.
En definitiva, la corrección es un aspecto vital para llevar a cabo el aprendizaje de una lengua, pero hay que saber gestionar bien las sensibilidades y el ego propio y de los estudiantes, corrigiendo de forma comprensiva e integradora y sin posturas invasivas o groseras por parte del tutor. Y el punto fundamental para que el profesor sepa aplicar convenientemente los criterios de corrección es, sin lugar a dudas, el SENTIDO COMÚN.
Como bien dice Isabel Blanco Picado en su artículo sobre el error en el proceso de aprendizaje, éste es un mecanismo absolutamente necesario para que se produzca el proceso de aprendizaje. Los docentes debemos enseñar a nuestros alumnos que del error también se aprende y que, a diferencia de las creencias que se tenían hace escasos años, éste no debe ser perseguido o castigado ya que es un proceso natural por el que todos deben pasar.
Los errores deben ser utilizados por el profesor como herramienta de enseñanza, ya que a través de ellos podremos saber a qué dificultades se enfrentan nuestros alumnos, qué no entienden o no han interiorizado debidamente y hacia dónde debemos enfocar nuestra clase para hacerles aprender los contenidos. La clase debe estar enfocada a ellos, al proceso de aprendizaje y no al de enseñanza como antiguamente. Los alumnos dejan de ser meros espectadores y se convierten en personas activas que interactúan con el profesor.
Volviendo a la tema de la corrección, ésta debe centrarse en ayudar a nuestros alumnos a mejorar su competencia comunicativa y no a resaltar sus fallos frente al resto de la clase como algo negativo.
Nunca debemos dejar en evidencia a nuestros alumnos frente a una clase, ya que lo único que conseguiríamos con ello sería ahuyentarlos y hacer que dejen de participar. Debemos valorar positivamente los riesgos que han tomado, motivarlos por su valentía y haberlo intentado.
Con todo esto no quiero decir que no haya que corregir a los alumnos, al contrario. Debemos tomar esta corrección, como bien se ha dicho, como punto de partida y a partir de ahí proporcionarle a nuestros alumnos actividades y ejercicios de refuerzo más específicos. Ellos esperan ser evaluados y corregidos por el profesor o por sus propios compañeros, necesitan a alguien que les guíe en este proceso.
Para los profesores los errores son claves de la enseñanza. Si acumula los errores y analiza, aunque cuesta mucho, puede mejorar el método didáctico y preparar cualquier cosa para la clase siguiente; los ejercicios gramaticales, el vocabulario, los ejercicios auditivos, etc.
Los errores no son negativos.
Cuando un alumno comete errores, algo que sucede en numerosas ocasiones cuando comienza el proceso de aprendizaje de una segunda lengua, deben ser considerados como parte natural de ese reto. El profesor debe reaccionar con naturalidad ante esos errores, corregirlos una vez negociado el momento adecuado para ello, con mano izquierda, sin dejar en evidencia al estudiante que lo comete y sin severidad, al contrario de lo que ocurría hasta hace un par de décadas. No todo el mundo reacciona de la misma manera ante la corrección del error por parte del profesor, por mucho que sea esperado. Pero en ese instante juega un papel primordial la estrategia del profesor para que la corrección se desarrolle de manera casi imperceptible. El profesor sabe que ‘quién no arriesga, no gana’ y por tal motivo valora de forma positiva si los errores son cometidos por el interés demostrado por el alumno a lo largo de una clase, reforzando esa voluntad de acierto, si bien el estudiante debe esforzarse en no reiterarlos para contribuir en la mejora de su autoestima de cara a las clases venideras.
A la hora de reflexionar sobre la corrección, entran en conflicto muchas creencias personales, ya que la mayoría de nosotros hemos formado parte de un sistema de aprendizaje en el que los errores no se consideraban un paso más para interiorizar contenidos, sino más bien algo que había que evitar a toda costa: el profesor marca metas y, si cometes errores, te quedas atrás. Es difícil concebir una clase en la que el mismo alumno ve el error como algo totalmente natural en su aprendizaje y algo que, de hecho, le está ayudando a avanzar. Lo que es más: las correcciones guían al profesor, mostrándole los aspectos que sus alumnos necesitan afianzar y ayudándole, por tanto, a planificar el curso.
Tras reflexionar sobre esto, todo parece muy claro y lógico, sin embargo, no puedo evitar preguntarme si seré capaz, después de haber pasado por un sistema de enseñanza-aprendizaje tan diametralmente diferente, de convertirme en un profesor así: un profesor que no corrija en exceso y que lo haga, además, como de pasada – sin que los estudiantes apenas se den cuenta – con tono amable y usando, cada vez, una estrategia diferente. Supongo que esto, como otras muchas cosas, solo puede darlas la experiencia.
Dicha experiencia ha de ser muy útil a la hora de corregir errores socioculturales. Me llama especialmente la atención la amplia cultura general que muestran los profesores de estudiantes extranjeros: saben cómo reaccionaría un estudiante chino ante determinada situación; por qué los estudiantes de origen italiano cometen ciertos errores gramaticales; cuentan, entre risas, cómo descubrieron que los estadounidenses necesitan un espacio interpersonal mucho mayor que el que los españoles consideraríamos aceptable, etc.
En definitiva, mientras leo este tipo de artículos, me distraigo, fantaseando con el momento en que sepa manejar todas estas interesantes estrategias y adecuarlas a las necesidades de cada grupo de estudiantes e imagino, igualmente, a futuras generaciones de estudiantes, no solo extranjeros o de lenguas, que reaccionen ante el error y la corrección como la útil herramienta que son en realidad.
Entiendo que los errores son una parte intrínseca del proceso de aprendizaje, pero ahora además me doy cuenta de que pueden ser tremendamente rentables si sabemos cómo gestionarlos.
La manera de abordarlos, qué corregir, cuándo, cómo, para qué… es fundamental y es probablemente lo que cada profesor debe descubrir y dominar para una buena gestión de su clase y un aprendizaje eficaz de los alumnos.
Creo que la línea entre estigmatizar o molestar a un alumno y corregir eficazmente puede ser muy delgada y cruzarla o no dependerá de muchos factores, entre ellos el conocimiento de los propios alumnos, la cultura a la que pertenecen, las propias personalidades, etc. Para ello el profesor debe estar muy atento y no descuidar ningún aspecto del ambiente de su clase.
Me ha parecido interesante, y probablemente muy útil, lo que comenta Blanco Picado al final de su artículo sobre la negociación de las formas de corrección con los propios alumnos. De igual manera lo explica Jose Luis en el último punto de su entrada en el blog: dejar claro desde el principio cómo, cuándo y por qué se va a corregir. Si los alumnos perciben que sus errores serán tomados como un paso positivo en su aprendizaje creo que tenderán a recibir las correcciones (siempre, claro está, midiendo el tono, el momento, etc.) como algo fundamentalmente positivo.