Hoy en día el nivel de estrés que nos rodea suele ser muy elevado: Voy tarde, tengo que poner la lavadora, tengo que ir a comprar, tengo el niño malo, ¡se me pasó san Valentín!
Este estrés influye en la armonía, en el nivel de energía de una persona y en la del grupo. La concentración disminuye, la persona no está conectada consigo misma. No se trabaja igual un lunes a las ocho, una tarde de primavera, antes de salir de viaje o un día que habéis tenido un problema con el banco.
Pues pasa lo mismo con nuestros alumnos, cada uno llega con su maleta emocional a clase.
Para intentar aligerar un poco el peso de esta maleta con la que llegan los alumnos es importante variar las actividades. Nuestro objetivo será conectarnos con su verdadera persona, para que se sientan a gusto durante la clase, relajados, curiosos, abiertos y creativos. De esta forma, veremos mayor receptividad, mayor interés y mayor motivación y potenciaremos los recursos de la persona, creando un clima positivo favorable para el aprendizaje.
Una de las actividades que suelo hacer en clase y que tiene muy buena aceptación entre los alumnos se llama la apertura de los cinco sentidos. Esta actividad consiste en describir cuál es nuestra percepción del entorno, trabajando con los cinco sentidos. El procedimiento es muy sencillo: empezamos con los ojos abiertos describiendo lo que vemos, y luego, cerramos los ojos, y pasamos al oído, al olfato, al tacto y finalmente al gusto.
Esta actividad tiene varias aplicaciones:
- Ante todo, permite reducir considerablemente el nivel de estrés de un grupo.
- Es una forma de comunicar desde dentro, con lo que sentimos, con lo que percibimos.
- Permite a los alumnos darse cuenta de que cada uno vive las cosas desde una perspectiva particular, la suya.
- Desde el aprendizaje del alumno, posibilita trabajar principalmente el vocabulario de lo que nos rodea.
- En vez de realizar la actividad en clase, podemos salir a la calle con nuestros alumnos o solamente realizar la misma actividad imaginando que estamos en un sitio distinto (en una gasolinera, en casa, en una iglesia, en la montaña). De esta forma, adaptamos el vocabulario al entorno.
Esta es una de las miles de actividades que se puede hacer en clase trabajando varios planos a la vez: contactar con las personas de forma sincera y verdadera y fomentar el aprendizaje.

Guilhaume García
Coordinador y profesor de francés, CLIC IH Sevilla
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Ha habido una afirmación en esta entrada que ha resonado con fuerza en mi interior; mi interior, esto es, la ha reconocido como cierta: «(…) nuestros alumnos, cada uno llega con su maleta emocional a clase». Defiendo con convicción la interacción personal con el alumno, la conexión con el alumnado más allá de lo estrictamente académico, traspasando, muy cuidadosamente pero sin miedo, lo puramente formativo.
Si mantenemos que la formación es – y yo lo creo ciertamente- una labor de sacar, de recoger, de obtener resultados más que de introducir, de meter, de empujar…, entonces, esta premisa de «ver» a nuestros alumnos se hace fundamental. No puedes recoger frutos de una tierra si previamente no la has preparado, no la has abonado, no está oreada, receptiva.
Somos profesores, nunca psicólogos o amigos del discente. No hay duda. No es nuestra labor resolver problemas o acompañar las alegrías del alumnado. Sin embargo, es necesario tener una cierta intuición -que sí habría de ser característica elemental de un docente- que nos permita detectar las eventuales incapacidades que esas mochilas pueden generar en el proceso formativo de nuestros alumnos. Esa intuición puede generar por parte del profesorado, puntualmente, y de manera casi imperceptible para el grupo o para la marcha de la clase, una sonrisa cómplice quizás, un silencio necesario, una mirada inteligente, un comentario fugaz, un refuerzo positivo, una breve payasada -tan necesarias a veces en el aula-, recursos todos que están llamados a aligerar esas mochilas, a preparar esos terrenos y a predisponer a nuestro alumnado, a ese alumno en concreto que hoy no está, para la participación, la actividad y la implicación, propiciando así su aprendizaje.
La actividad de apertura de los cinco sentidos me parece un muy buen recurso para crear en clase ese clima adecuado y necesario. Ese clima de nuestra aula que tan maravilloso queda sobre el papel, pero que a menudo se hace tan necesario labrar y cuesta tanto esfuerzo conseguir.
No nos rindamos. No es otro nuestro trabajo.
Me alegra que te hayan tocado de esta manera estas cuántas lineas. Vuelve por aquí cuando hayas intentado la apertura de los cinco sentidos y cuéntanos tu experiencia y la de los alumnos. Espero que la disfrutes.
Muy buenas recomendaciones, me las apunto. Muchas gracias.