Entre el estímulo y la respuesta hay un espacio. En este espacio se encuentra nuestro poder de elegir nuestra respuesta. En nuestra respuesta están nuestro crecimiento y nuestra libertad (Victor Frankl).
Como ya dijimos en un post anterior la comunicación no violenta o comunicación empática es un método que persigue la eficacia de la comunicación a través del contacto con los sentimientos y las necesidades propias y con las de los demás.
Un principio clave es expresarse sin juicios ni críticas y sustituir los mecanismos de respuesta ante estas con autoempatía y empatía. Marshall Rosenberg mantiene que dentro de cada persona hay una jirafa (empática) y un chacal (no empático).
¿Qué tipo de persona, qué tipo de comunicador soy? Soy aquel al que alimento.
El modelo consta de cuatro pasos:
1. Observar lo que hacen o dicen los demás de forma realista y sin ningún juicio.
2. Identificar los sentimientos que el hecho observado nos provoca (Rosenberg incluye en sus libros un anexo con todos estos sentimientos).
3. Identificar qué necesidades no satisfechas se ocultan detrás de estos sentimientos y expresarlas de forma adecuada.
4. Hacer una petición encaminada a conseguir la satisfacción de una necesidad genuina.
Dice Rosenberg que debemos concentrarnos en crear las condiciones, donde las necesidades de cada uno sean satisfechas. ¿No es esto lo que buscamos los profesores en el aula? ¿No nos esforzamos por construir relaciones más armónicas? ¿No es nuestro objetivo que los alumnos se comuniquen eficazmente?
Trabajar con la comunicación empática en el aula nos ayuda a conectar con nosotros mismos y con los demás, además de favorecer la escucha activa, el respeto y la empatía. Por último, no solo tenemos en cuenta nuestros propios sentimientos y necesidades sino que incluimos también las del otro para construir juntos un nosotros, el único lugar desde el que todos los cambios son posibles y duraderos.
¿Y tú, alimentas más a tu jirafa o a tu chacal?
Créditos de la imagen de este artículo: PeaceCounts.

Reyes Ortega
Profesora de español y formadora de profesores, CLIC IH Sevilla
Licenciada en Geografía e Historia y Máster de ELE por la universidad de Barcelona. Formadora de profesores y profesora en el máster de ELE de la universidad Pablo de Olavide de Sevilla. Autora de materiales didácticos para formacionele.com.
Si quieres, puedes leer otras contribuciones suyas en este blog.
Creo que la enseñanza empática requeriría un curso por sí misma para cualquier ratio de profesorado en general. Solucionaría muchísimos conflictos educativos de forma sencilla y precisa.
Tambien pienso que aunque el rofesor esté formado y sea consciente de esta necesidad, y la aplique de forma habitual en clase, el alumnado en general y articularmente el alumno adulto no tiene, como norma general, este método de aprendizaje asimilado. Les cuesta trabajo aprender a «soltarse» en clase con libertad, preguntar, ser capaces de expresar sus necesidades de aprendizaje… y creo que a dia de hoy con ellos es más difíil trabajarla en un principio. Porque (al meno en mi caso) hemos sido educados en la norma y en la estructura.
Ojalá poco a poco esas barreras invisibles tan sólidas se vayan rompiendo.
El concepto de incorporar la inteligencia emocional durante el proceso de Enseñanza-Aprendizaje es esencial para favorecer tanto la buena relación del alumno con el profesor, como la relación entre el alumno con el conocimiento y su posterior predisposición a continuar desarrollando su curriculum educativo.
Mucho se habla de los jóvenes que abandonan sus estudios al llegar a la edad que les permite hacerlo, cuando la cruda realidad es que ya se habían dado por vencido mucho antes de que el sistema les permitiese arrojar la toalla legalmente.
Factores como la afectividad, la empatía y la harmonía que existan entre el educador y el educando pueden resultar vitales para el éxito o el fracaso escolar en muchísimos de los casos.
¿Quién no ha deseado que tocase una asignatura y no otra, simplemente, porque se llevaba bien con el profesor y ello le proporcionaba una sensación de seguridad y bienestar?
Siendo así no es de extrañar que ante una misma metodología y materia, un estudiante obtenga un resultado más o menos satisfactorio en función de las sensaciones que le genere el maestro al cargo.
Probablemente todos hayamos experimentado cómo algunos compañeros de estudios que mantenían una buena comunicación con el docente al cargo de una materia, obtenían mejores resultados que aquellos que mostraban una actitud rebelde o de rechazo hacia la persona del docente en sí mismo (no hacia la asignatura).
Y es que negar la influencia que los profesores ejercen sobre los alumnos y la manera que tengamos de relacionarnos con ellos; sería como negar el poder y la importancia que ejercen los sentimientos y emociones sobre nuestras acciones.
Yo alimento al lobo bueno.
Es interesante ver como ha cambiado la figura del profesor en los últimos años y como este aspecto abra nuevos estudios sobre la metodología de la enseñanza. El concepto de «CNV» conlleva, según mi punto de vista, el concepto de la responsabilidad que se le atribuye al profesor no solo como educador sino que también como «psicologo». Siempre menos el profesor no puede no tener en cuenta los aspectos caracteriales de los alumnos, de sus personalidades y de sus limites. Y siempre más es el profesor él que se va adaptando a los alumnos, en busqueda de la metodología perfecta de enseñanza que incorpore Aprendizaje eficaz y Diversión. Este artículo sobre la «CNV» me parece una demostración de esta tendencia contemporánea más complaciente.
Me resulta interesantísimo reflexionar sobre una redefinición acerca del papel del profesorado en la sociedad de hoy en día.
Hace un tiempo que llevo observando el hecho de que, no solo en las aulas, sino en la calle, en restaurantes… prácticamente en ningún lugar se fomenta el intentar ser amable, pacífico y apoyar el buen desarrollo y conocimiento colectivo a través de la empatía. ¿A qué se debe ésto? ¿No se supone que tenemos el poder para hacer que las personas a nuestro alrededor se sientan mejor? ¿Acaso no nos sentiremos nosotros mejor si realizamos pequeñas acciones para contribuir al bienestar colectivo y propio? ¿No es mejor dar las gracias o escuchar de manera empática a la otra persona, que simplemente seguir para adelante como si nada? ¿Cómo resulta tan fácil decir o hacer cosas que a nosotros mismos nos dolerían o molestarían?
Como profesores entiendo que éste no es enteramente nuestro lugar (la ayuda empática en las aulas tiene un límite). No lo dudo, de hecho. Pero que el estudiante se sienta mínimamente acogido por la persona que le enseña me parece una cualidad fascinante, innovadora y gratificante para él (como estudiante) y para mí (como profesora y como persona, por añadido).
No sólo en las aulas, sino en la vida, llevo tiempo intentando alimentar sólo a mi jirafa.
El mundo de la enseñanza es una plataforma para promover el respeto, la empatía y la cordialidad. Es un entorno faborable para desarrollar esas cualidades y también ayuda a extenderlas. Por lo que si nuestra intención es trabajar en este campo, estaremos favoreciendo ese crecimiento personal y colectivo.
Pienso que la empatía se puede desarrollar, solo hay que quererlo. A veces no es fácil ponerse en el lugar de otro/a. Cuando por ejemplo alguien no nos contesta en un tono cordial automaticamente suponemos que no es amable. Pero si queremos empatizar con esa persona ¿no deberíamos considerar que le puede pasar algo o que esta pasando por un momento malo?.
Muchas gracias por este artículo y por los comentarios
Como alumna siempre me han sorprendido los profesores que a lo largo de una clase captaban lo que mi grupo y yo ofrecíamos como respuestas no verbales a lo que estábamos viendo de la materia que se impartía. De repente el profesor preguntaba «¿Cómo vais?», «¿Estáis bien?» o decía con una mirada rápida «no lo estáis entendiendo» y «no os agobiéis» cuando la materia era algo más compleja. Estoy totalmente de acuerdo con el artículo, observar al alumno y crear una comunicación empática es fundamental para conseguir una enseñanza eficaz.
Me ha encantado la frase que citas al principio de este artículo, «entre el estímulo y la respuesta hay un espacio. En este espacio se encuentra nuestro poder de elegir nuestra respuesta. En nuestra respuesta están nuestro crecimiento y nuestra libertad (Victor Frankl).»
Qué gran verdad, solo en ese espacio, en ese silencio que se produce entre el estímulo y la respuesta, tenemos en nuestras manos la oportunidad de mejorar las relaciones humanas, la libertad de elegir una respuesta adecuada, no sólo porque lo que se diga sea verdadero, sino porque sea de una forma constructiva, realista, positiva y una vez más, empática.
Me han encantado los 3 post que has elaborado sobre la CNV, me dejas con ganas de saber más. Muchísimas gracias por todo lo que transmites, porque no se queda en la teoría, sino que en la práctica se palpan tus conocimientos y buen hacer.