Son muchas las definiciones que hay acerca del manejo de la clase. El Diccionario de la Real Academia de la Lengua define manejar en su primera acepción como: usar algo con las manos; en su acepción cuarta: gobernar y dirigir y, en su última acepción coloquial, “manejárselas”: desenvolverse con habilidad en los asuntos diarios.
Un poco de todo esto contiene la definición de manejo. Es decir, todo lo relacionado con la habilidad del profesor para llevar a buen puerto los objetivos marcados en su planificación diaria: cómo motiva, mantiene la atención, da y asegura las instrucciones, sabe comenzar, concluir y pasar adecuadamente de una actividad a otra, gestiona adecuadamente los recursos, controla el efecto de las distintas agrupaciones en la consecución eficaz de las tareas… en definitiva, sabe desenvolverse con soltura en su praxis diaria, incluso reaccionar adecuadamente ante posibles imprevistos de cualquier índole.
El manejo de la clase se puede condensar en tres aspectos fundamentales: opciones, decisión y acción. Una de las principales diferencias de un profesor con experiencia de otro inexperto es la cantidad de opciones disponibles y experimentadas ante una misma situación. El profesor inexperto ante una situación imprevista suele comentar con sus compañeros: “Me quedé en blanco”.
En cada fase de la clase debemos tomar decisiones: seguir o parar una actividad; responder a una pregunta o posponer la respuesta para otra ocasión; agrupar a un tipo de estudiantes con uno u otro compañero; anotar en la pizarra o decirlo verbalmente… lo verdaderamente difícil es seleccionar la opción adecuada para cada momento y situación de aprendizaje y, sobre todo, saber actuar de manera eficaz.
Todo un reto diario.

Antonio Orta
Responsable del departamento de español de Clic International House Sevilla
Antonio Orta es director del departamento de formación de profesores de Clic International House Sevilla. Licenciado en Filología Hispánica y Doctor en Lenguas Modernas y Español como Lengua Extranjera. Profesor colaborador en programas de posgrado de las universidades Pablo Olavide, Valencia y Barcelona. Coautor de Soy profesor/a. Aprender a enseñar de la editorial Edelsa y de La formación del profesorado de español: innovación y reto de la editorial Difusión.
Si quieres, puedes leer otras contribuciones suyas en este blog.
La mente del estudiante es muy variada dependiendo de su cultura y lugar de procedencia, y nunca se sabe lo que va a preguntar al profesor, ya que puede variar dependiendo de lo que escuche por televisión, de lo que le digan sus amigos nativos sobre una regla gramatical, etc.
Por eso el profesor debe de contar con una serie de materiales o habilidades que le hagan sortear sin problemas una serie de dificultades que pueda que le hagan «quedarse en blanco».
Pero también opino que estas habilidades no es posible aprenderlas mediante la teoría, sino que sera la práctica y los años de experiencia los que nos den las cualidades para llevar una clase pudiendonos enfrentar a todos los retos que conlleva.
El papel que desempenie un profesor en la clase es clave, ya que el guiará a los estudiantes a alcanzar el conocimiento deseado, dependiendo de las características de los alumnos (edad, número,nivel del idioma…) el profesor deberá usar distintas vías o actividades que los lleven a alcanzar el conocimiento de la lengua meta. El manejo de estas vías las irá adquiriendo el profesor con la experiencia. Simplemente darle algunas pautas y que sean los alumnos los protagonistas que desarrollen el aprendizaje. En mi opinión el manejo de la clase por parte del profesor debe ser sutil pero constante.
El manejo en la clase, tal y como se dice en este artículo, va de la mano de la experiencia. Con ella, un profesor tiene muchas más opciones con las que trabajar que uno inexperto, es capaz de tomar decisiones y actuar en el momento. En mi caso, puedo tener cierta experiencia del lado del alumno, ya que he obtenido clases de idiomas con diferentes profesores y puedo de algún modo conocer la actitud y las capacidades que debe tener el mismo ante un determinado grupo de estudiantes, es decir, cómo debe manejar la clase.
Cada vez se va dando más protagonismo al alumno, pero el papel del profesor sigue siendo fundamental para un aprendizaje satisfactorio del idioma. Eso sí, este debe dejar claro que su rol no es el de líder, sino un simple mediador entre los alumnos y el buen aprendizaje del idioma. Una labor que no es fácil, ya que hay que adaptar la forma de enseñar al grupo, en general, y a cada estudiante, en particular; sabiendo sobrellevar los diferentes problemas o situaciones que puedan presentarse.
Efectivamente es «un reto diario», ya que cada día nos enfrentraremos a diferentes situaciones que tendremos que resolver. Todas las personas no actuamos de la misma manera, por lo tanto, dentro del aula nos encontraremos con las mismas formas de reaccionar que tipos de personas hayan. Las situaciones serán imprevisibles para todos los profesores, tengan experiencia o no; otra cosa será la capacidad de reacción de cada uno, que obviamente, será más fácil al más experto.
En cuanto al menejo de la clase, hay personas con mayor facilidad a interactuar con otras, y ahí me refiero a la relación profesor-alumno; hay personas que les gusta enseñar, lo tienen innato y eso se hace notar en el desarrollo de las clases. Son capaces de manejar el tiempo, la enseñanza y las actividades con mucha eficiencia, lo admiro.
Todos deberíamos llegar a ello.
Enfrentarse a una clase por primera vez no es fácil, puesto que hay que tener en cuenta diversos factores como mantener la atención, control del tiempo de clase, motivar a los alumnos, tomar decisiones en cuanto a la disposición adecuada de la clase para realizar cualquier actividad, etc. La toma de decisiones es mucho más rápida y eficaz cuanto mayor experiencia pedagógica adquieras. Por lo tanto, es evidente que los profesores que llevan dedicándose a la enseñanza durante un largo periodo de tiempo, tengan una mayor soltura a la hora de tomar decisiones sobre diferentes opciones que se presentan en el aula, como también, saber cómo actuar en determinadas situaciones.
La experiencia que se va adquiriendo también nos ayuda para saber cómo actuar dependiendo de las características del alumnado. Hay otros factores como son el nivel y las necesidades específicas de cada uno, que el profesor tiene que ser capaz de distinguir. Por esa razón, el currículo escolar debe ser adaptado por el profesor para adecuarse a las necesidades específicas de los alumnos. Cada persona tiene una manera diferente de aprender, por lo tanto, la variedad de las tareas es de vital importancia, ya que algunos pueden aprender de forma visual, otros se apoyan en el ámbito auditivo para adquirir sus conocimientos, etc. Por lo tanto, un buen profesor debe adaptarse a los alumnos, y esto se adquiere con la experiencia. Un profesor que se enfrenta a una clase por primera vez cometerá errores de enseñanza, como es lógico, pero eso no quiere decir que sea un mal profesor. Como todo aprendizaje, la enseñanza se aprende con la práctica, y los errores son positivos y necesarios, ya que se aprende de ellos. En todo caso, lo más idóneo es que los profesores que tengan poca experiencia educativa tengan muy programadas sus clases.
Si tuviera que expresar en una sola frase lo que he aprendido tras solo dos clases de FELE, diría: nada de lo que hace o dice el profesor es casual. Siempre he sabido que las clases requieren de preparación anterior, pero también es cierto que pensaba que otros muchos aspectos se dejaban al azar: empezar directamente con la lección o con una actividad más relajada, pedir que se haga la actividad individualmente o por parejas, corregir o no una ejercicio… ahora me doy cuenta de que un buen profesor esconde un porqué detrás de todos estos pequeños gestos.
Un aspecto del control de la clase que me parece especialmente interesante es la necesidad de tener en cuenta y, por lo tanto, de planificar actividades para diferentes tipos de alumnos: los alumnos más visuales disfrutarán más de lecciones que se practiquen con actividades escritas o que se complementen de ilustraciones o partes resaltadas, mientras que los alumnos más auditivos agradecerán segmentos en la clase dedicados a la repetición y actividades orales. Nunca había reflexionado sobre este aspecto y ahora soy consciente de que, en ocasiones, podemos pensar que un estudiante es poco participativo o que no es bueno en una materia y puede que esto se deba a que el profesor no está teniendo en cuenta que el método que está utilizando no se adapta a las necesidades de todos los componentes de la clase.
También me resulta curioso cómo, de entrada, un profesor que plantea actividades «poco convencionales» en clase, como pequeñas actividades de precalentamiento, debates, actividades en grupo, etc., puede dar la impresión de que no se ha preparado la clase y de que está improvisando y, en cambio, un profesor con un método más tradicional, esto es, de espaldas a los alumnos, escribiendo infinidad de cosas en la pizarra y leyendo en voz alta, puede dar la impresión de ser más formal o de que sabe lo que está haciendo. Claro está, ahora sabemos que en el medio está la virtud y, los que hemos tenido la suerte de asistir a clases del primer tipo, sabemos que son de estas de las que se guardan los mejores recuerdos y de las que aún podemos recordar las lecciones.
Impartir una clase es bastante imprevisible. Nunca podemos predecir la reacción de la audiencia, aunque sí la podemos prever. Debemos intentar guiar la aleatoriedad de dichas reacciones para llevarlas por el camino que nosotros queremos sin que esto suponga que la clase se haya convertido en una lección magistral. El protagonismo puede, debe y tiene que ser cedido al alumno, pero sabiendo que somos nosotros los que controlamos los ‘tempos’ de la clase.
Durante la clase surgirán numerosos inconvenientes internos o incluso externos (en una pista deportiva al aire libre os podéis imaginar…) que debemos manejar con soltura, o al menos que lo parezca. ¿Cómo podemos manejar este tipo de situaciones siendo principiantes? Pues en mi opinión mediante la improvisación prevista. Esta paradoja es fácil de explicar. Consiste en que cuando planifiquemos la clase intentemos planificar también los diferentes caminos por los que puede ir, de tal modo que realicemos una especie de mapa mental con soluciones a los posibles problemas o interacciones que sucedan en clase. Es cierto que la experiencia va a ir regalándome cada vez un número mayor de posibles problema y soluciones. Pero basta con hacer un poco de memoria de lo que nos ha ocurrido a nosotros cuando éramos alumnos e intentar aplicarlo a la situación que vamos a vivir.
Por poner un ejemplo… Como muchos sabéis, me dedico por las tardes a entrenar a equipos de baloncesto. Pensad que actualmente entrenamos en una pista exterior junto al aeropuerto. Inconvenientes climatológicos ruidos de aviones, falta de luz en invierno si falla la iluminación, etc. Además, estoy en un club bastante modesto, con lo cual el compromiso de los chavales es medio. Esto quiere decir que de los 12 jugadores inscritos, podemos oscilar en cada entrenamiento entre los 7-10 asistentes. Esto quiere decir que la programación de cada entrenamiento debe no sólo ir adaptada a la planificación de objetivos de la temporada, sino también a las posibles variantes con las que nos vamos a encontrar.
Estas mismas situaciones no, pero otras de similar índole pueden acontecernos en una clase de idiomas. Por tanto, cuantas más variables tengamos en cuenta a la hora de planificar la clase, mejor podremos responder a los imprevistos.
By the way:
http://www.elmundo.es/espana/2015/02/02/54ce67d3e2704e3f168b457e.html
El manejo o conducción de una clase por parte del profesor es esencial para que pueda producirse una enseñanza con éxito.
‘Ayer fui a probar una clase de yoga. Los ejercicios y su sucesión no estuvieron mal, fueron completos aunque bastante ortodoxos. El ritmo y el nivel eran medios, adaptables a cada uno, lo cual también es un pro. Las explicaciones e instrucciones, adecuadas, suficientes. El profesor estaba capacitado y preparado.
Sin embargo, algo falló, se dejaron de lado algunos detalles que son muy importantes para ejecución de una buena praxis. En primer lugar, no se estableció ningún tipo de vínculo alumno-profesor, no hubo saludos, no hubo lugar a preguntas. Se produjo la gran ausencia de un trato afectivo, familiar. La segunda falta tuvo que ver con el modo de transmisión del mensaje. La entonación empleada era poco adecuada, más propia de la retransmisión de un partido de fútbol que la de una clase de yoga’.
Al final de la sesión mi sensación como alumna fue de no estar completamente satisfecha, pero tampoco puedo decir que fuese una mala clase. El conjunto de consideraciones previas a la clase era correcto (preparación de la clase, formación del profesor…). Sin embargo, la ejecución (mala entonación) y el control de lo que ocurre en el aula durante la clase (saludos, atención al alumno) dejaban bastante que desear.
Vemos con este ejemplo lo delicado que es llevar a cabo una buena clase y cómo el fallo de factores sutiles puede significar no lograr los objetivos. Como futuros docentes hemos de aprender a desarrollar un manejo dominado y controlado del transcurso de la clase. Para mí la clave radica en conseguir el equilibrio de dos cuestiones esenciales:
(1) Control del conjunto de consideraciones previas a la clase. Nuestra clase ha de estar sólidamente fundamentada y ser fiel a nuestro método y filosofía de enseñanza. Ha de estar bien preparada y secuenciada. Ha de ser flexible y adaptable a las personas que conforman el grupo. Habremos de determinar de antemano si permitimos la traducción o no, a qué niveles y para qué tipo de cuestiones admitimos el uso de otra lengua que no sea la meta. Estipularemos la graduación del lenguaje que vamos a emplear y decidiremos si usar o no una terminología lingüística. Entre otros.
(2) Control de la ejecución de la clase y de los eventos que tienen lugar durante la clase. Esto es, hemos de ser capaces de desarrollar habilidades que nos permitan reaccionar con rapidez y efectividad ante las variables que puedan desviar el transcurso de la clase que teníamos planeada.
El primer bloque forma la parte estructural de nuestra enseñanza, la vertiente más teorética y premeditada. Pero se puede mover, como un esqueleto -nosotros somos los músculos, que ejecutamos- y adaptarse a las necesidades y objetivos del grupo. Por último, el segundo bloque es la sangre que fluye en ese esqueleto y que es más voluble e impredecible. Son los alumnos y las variables que acontecen en un aula que hemos de aprender a dirigir.
Finalmente y para concluir, lo que se entiende por manejo de una clase ha evolucionado al ritmo en que lo hacían distintas metodologías pedagógicas. De forma análoga, creo que con la experiencia uno va moldeando y mejorando su manejo de la clase. Considero que el músculo del profesor está en constante desarrollo a lo largo toda su experiencia. En cada clase nosotros también aprenderemos. Gracias a este progreso, el profesor se puede permitir cada vez objetivos más ambiciosos y exigentes consigo mismo y con las cuestiones referentes al dominio del aula.
Perdón por el rollete.
Al hablar sobre el gobierno de la clase, no puedo evitar aludir a los propios orígenes de la enseñanza. Es un clásico bien conocido el de la asociación entre el régimen militar y la educación prusiana, madre de los sistemas educativos hacia 1820. Pero podemos decir hoy, que esta visión tiene mucho de mito. Frente a la exigencia de un alumno disciplinado y condicionado, ante la figura de un profesor rígido y estricto, se alzaron ya en la época otras voces. Será el caso de Humboldt que propuso un estudio de alto nivel, libre de controles y bloqueos, lleno de variedad, debate, con ricas experiencias y personalización de currículos.
¿Por qué viajar casi 200 años en la línea del tiempo? Pues porque tanto el más reaccionario prusiano, como el dinámico Humboldt, ambas figuras se hallan en una dialéctica permanente en el seno de la figura del profesor (autopercepción/ proyección).
El docente debe irradiar seguridad, sistematicidad, planificación, autocontrol, eficiencia en la gestión de tiempos e imprevistos, es cierto. El correcto manejo de la clase requiere grandes dotes organizativas y decisiones firmes. En el caso de los noveles debo preguntar: ¿Pueden llevarnos estas exigencias a algún que otro naufragio? Si olvidamos las necesidades del propio docente, que se suman a las de los alumnos puede que sí. Con necesidades me refiero especialmente a la autocomprensión del proceso de enseñanza-aprendizaje, concibiéndolo como un proceso multidireccional (entre alumnos, profesorado, recursos, conocimiento, etc), donde los alumnos progresan aprendiendo de sus errores y aciertos, pero también el docente, porque la sinergia en el aula será fundamental. El profesor no es infalible, su experiencia será uno de sus grandes valores, pero la ilusión, la pasión y el contagiar un esfuerzo entusiástico a los alumnos, serán otros grandes pilares, quizá los primeros sobre los que se asentará todo lo demás.
Es cierto, que manejar una clase es Todo Un Reto Diario, ya que no parece tan fácil cómo quizá se pueda apreciar desde fuera. Digo esto, porque personalmente, estoy teniendo mi primer contacto es este ámbito, en el de la enseñanza, y considero que el profesor tiene un papel fundamental en la clase, ya que de él depende el desarrollo del aprendizaje de sus alumnos, una gran responsabilidad.
Creo que un buen profesor debe dedicar tiempo a la interacción con sus alumnos, el necesario, que ellos participen, se sientan cómodos y puedan actuar con espontaneidad y así respirar un ambiente relajado en el aula. Debe ser una persona organizada y con la planificación adecuada para manejar cada clase, ya que aunque él no debe ser el protagonista, sí es el responsable de guiar su clase tal y cómo la haya preparado, él decide que se hace en cada momento, siempre con la ayuda de los alumnos, a los cuales hay que mantener motivados, conseguir que no desconecten de la clase y captar su atención en todo momento con los diferentes métodos que se utilicen porque ellos son los verdaderos protagonistas. Algo complicado desde mi perspectiva, pero que muchos consiguen, y me parece que tiene que ser gratificante.
Por supuesto, la experiencia es algo muy importante que te ayudará ante los imprevistos que puedan surgir durante una clase. Cómo bien menciona este artículo, la experiencia abarcará multitud de soluciones, el profesor sabrá que decisiones tomar y cómo actuar en cada momento.
«Un reto diario», miles de ideas entretejen una red en mi cabeza mientras leo el articulo y al llegar a final me encuentro que esta frase que me atrapa.
Desde mi forma de considerarlo un reto debe ser enfrentado por sobre todas las cosas con pasión, esa pasión es la que transmitimos en nuestro»manejo de la clase» porque es con ella que nos creemos capaces de enfrentar una nueva clase con todas las cuestiones que puedan plantearse en ella.
Desde mi pequeñísima y precoz experiencia dando clases de español a estudiantes en marruecos (gracias a mis estudiantes por tanta paciencia y cariño) debo decir que el componente afectivo desde ambos lados juega un papel muy importante. Para nuestros estudiantes es sumamente positivo poder sentir que confiamos en sus capacidades y deseos.
Así como también es de crucial importancia que podamos como profesores mostrarnos como seres humanos, porque a veces en esa vorágine de tomar decisiones, tener respuestas, generar contenidos interesantes, proponer actividades que desafiantes, etc.; terminamos pareciendo a los ojos de nuestros estudiantes seres extraños que todo lo pueden.
En mi humilde opinión no hay nada mas maravilloso que generar en nuestro manejo de clase un espacio donde los sujetos participantes puedan sentirse libres de crear, de equivocarse y de volver a intentar, con la tranquilidad de que hay allí alguien, el profesor/a, que le acompaña y colaborara en su proceso de aprendizaje.
Les comparto una cita de una nota de Página 12 Argentina, que se me acaba de cruzar por aquí y me parece interesante, aunque no hable de lo mismo exactamente, si que toca el tema a su modo: «“Ahí fue que descubrí que me gustaba enseñar. Solamente conociendo lo que sabía de mí, pero transmitiendo algo que no está en los manuales, una mezcla de carisma y sensibilidad. Más allá del saber específico de la disciplina, pasa porque puedas conectar con el otro y devolverle confianza en ese lugar donde no la tiene. Si viene alguien y te dice que algo es posible, te cambia la visión del mundo”.
El link por si a alguien le interesa leer la nota: http://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/3-264761-2015-01-26.html
PD Pablo, a tus pies!!!!
=)
Los profesores solemos retar a nuestros alumnos, poniéndolos a prueba, comprobando hasta dónde pueden llegar y cuál es su límite. Pero indudablemente nuestros alumnos también nos retan, cada día y en cada clase de una u otra determinada manera.
Desde una pregunta difícil, hasta un » no lo entiendo» lo que conlleva a otra posible explicación junto con otros 20 ejemplos más, una discusión sobre un tema, la realización o no de la tarea y trabajo diario, choques personales y un sinfín de momentos más.
Los profesores tenemos que elegir como bien dice el artículo, desde el primer momento que seleccionamos el libro que vamos a usar, el método o métodos que vamos a utilizar y las actividades que queremos plantear o los materiales seleccionados previamente. Siempre tenemos opciones de elegir. Pero no siempre llevamos a cabo esa elección, y es ahí donde entra la acción. La acción desde el punto de vista de la capacidad que tiene un educador de «sobre la marcha» modificar o cambiar una clase programada- debido a una infinidad de motivos que pudieran darse. Acción entendida también como la implicación y el hacer del profesor por y para el proceso de enseñanza-aprendizaje.
En definitiva, no es un trabajo fácil ni sencillo. De hecho requiere mucha dedicación, paciencia, control, conocimiento, creatividad y muchas horas de trabajo en clase y en casa. Pero sin duda alguna, es fascinante enseñar un idioma y poder comunicarnos.
Al leer el texto, tres imágenes me han venido a la cabeza: La primera es la de una bailarina de danza clásica, la segunda, un piloto de carreras y, la tercera, la de Sócrates.
Cada una de ellas, a mi entender, aporta una cualidad fundamental en un buen profesor. Por un lado, un profesor debe ser como una bailarina. Delicado pero firme, preciso, perfeccionista. Debe entender el escenario y saber moverse sin hacer ruido. Y también, debe saber improvisar en caso de error, sin que el público pierda el hilo de la representación. La humildad y el trabajo constante también deben formar parte de sus cualidades.
Así también, un profesor comparte con un piloto de carreras la perspicacia. El saber reaccionar rápidamente ante cualquier imprevisto, ser agudo y entender la pista. Comprender el camino del alumno y asumir que nunca es una línea recta. Las curvas forman parte fundamental del proceso de aprendizaje del alumno. Las hay abiertas y cerradas. Curvas que se toman rápido y curvas en las que hay que frenar. Debe saber cuando acelerar y cuando bajar la marcha. Cuando el vehículo se estropea, sabrá entender qué falla y cómo arreglarlo. Con delicadeza, sin que sobren ni falten piezas.
La tercera imagen es más evidente, Sócrates y su Mayéutica. El profesor como matrona, capaz de sacar el máximo de sus alumnos a base de hacerles partícipes del proceso educativo. Un profesor atento y formado debe sacar todo el provecho posible a los conocimientos previos del alumnos y enseñarle a aplicarlos a los nuevos conceptos. Mostrar como relacionar conceptos e ideas de la forma más natural posible. Sin necesidad de epidural, porque no debe haber dolor. En la enseñanza debe prevalecer el placer y el amor por lo enseñado, tanto por el profesor como por el alumno-
Como novata en impartir clases reconozco que uno de los temas que más me preocupa es precisamente el manejo de la clase. Entiendo que dominar la clase y saber lo qué se hace consiste a partes iguales en una buena planificación y en ir adquiriendo tablas con el tiempo y la experiencia. De ahí que un profesor experimentado tenga una variedad de opciones que el novato desconoce; y en ocasiones esa carencia de recursos puede jugarle una mala pasada.
Por otro lado (y corregidme si voy muy desencaminada por favor) yo entendía el manejo de la clase, no solo como se expone en este artículo, sino relacionado con la disciplina y la conducta de los alumnos, especialmente si estos son muy jóvenes.
En cualquier caso tengo la esperanza de poder paliar la falta de experiencia con una buena planificación, un buen uso de los recursos que vaya adquiriendo e intentando disfrutar de la clase y de los alumnos, dejando que sean ellos los protagonistas y aprendiendo de cada situación que se presente. Creo que esto es lo que puedo extraer de este artículo; sea como sea, cualquier consejo será bienvenido.
El papel del profesor es siempre esencial en un aula, pero en el caso de la enseñanza de un idioma, su papel adquiere un papel más importante del que antes ya tenía. En este caso el profesor debe despertar en sus alumnos un interés por un idioma que no es el suyo. Para llevar esto acabo considero que debe de utilizar diversos ejercicios y actividades que motiven a los estudiantes tanto a participar en la clase, como a aumentar su interés por ese idioma.
El profesor no debe ser el protagonista, hay dos reglas que considero fundamentales que el profesor de un idioma debe cumplir; por una parte comunicarse con los alumnos en la medida de lo posible en la lengua meta, para que los alumnos estén constantemente recibiendo input, y por otra parte, la clase no debe ser un monólogo por parte del profesor, los alumnos deben ser el centro de atención.
La situación ideal, y que debe estar presente en un aula de idioma, debe ser en la cual un profesor da a los alumnos las herramientas necesarias para que puedan practicar y aprender, siendo el centro de atención de la clase, y los alumnos por su parte deben tener un gran interés y motivación por el idioma que están aprendiendo.
Muy interesante. Creo que estas cosas se aprende con el tiempo, se siente más seguro después de tener unos clases y, esperemos, que se aprende sentir cuando parar algún ejercicio, seguir haciendo algo, qué se tiene que apuntar en la pizarra etc.
Me siento animada, de todas formas, de empezar a trabajar como profesora y ver cómo me sentiré yo y cómo pueda trabajar con todo lo que es ser profesora.
(y voy a seguir leer artículos aquí en este blog!)
Hola a todos,
¡Qué animado está esta sección del blog! La verdad es que un poco de todo lo que se ha dicho tiene que ver con el papel del profesor. Con frecuencia comento que no estoy muy seguro de qué hay que hacer en cada momento de aula hasta que no me encuentro dentro de él. También creo que lo afectivo tiene mucho que ver con el aprendizaje, la interacción genuina y el desarrollo de la autonomía.
Me han encantado vuestras propuestas y enlaces (¡qué gansos!). Ahí lleváis otra que os puede ofrecer una nueva perspectiva:
http://www.upsocl.com/comunidad/esto-es-lo-que-pasa-cuando-un-nino-de-13-anos-abandona-la-escuela/
Os leo con atención:)
La labor del profesor bajo un sistema de aprendizaje semi-autónomo, ha de ser muy bien delimitada, pues no se rige por los parámetros de enseñanza tradicional que todos hemos conocido, en el que el profesor habla, instruye y vomita información para que los alumnos individualmente memoricen sin reflexión alguna acerca de ello. En el ‘nuevo’ modelo, la tarea del profesor se limita a la de mero guía, a intuir y señalar caminos que los alumnos andarán, siendo esto con certeza de gran impacto para algunos debido al choque frontal que se produce entre ambos modelos. La mencionada labor de ‘mero guía’ ha de ser sin embargo, escudriñada para no dar lugar a confusión, pues es sin duda alguna, tarea más compleja a llevar a cabo. Esta labor se enfrenta a multitud de dudas, de obstáculos y dificultades principalmente en la toma de decisiones. Saber cuándo hablar o cuándo callar, cuándo solventar una duda o no, o qué actividad conviene más son sólo algunos ejemplos que un buen profesor se encuentra en su día a día. Iniciando por una tarea de motivación, es deber del profesor dirigir la clase para que los alumnos se dirijan a sí mismos, y esto no es tarea fácil. Requiere de una adecuada planificación que estudie en primer lugar el nivel de los alumnos para adecuar las clases a ellos, e incorpora elementos que de manera indirecta los alumnos absorben y se sirven para el aprendizaje. Uno de estos elementos más importantes es el conjunto de valores, pensamientos, actitudes y un largo etc. que forman parte del mismo lenguaje, y es la cultura. Considero que esta debería de ir de la mano con la misma enseñanza del lenguaje pues no se comprende uno sin la otra, siendo por tanto imprescindible bajo mi punto de vista, tarea esencial por parte del profesor su implementación en la enseñanza.
Hola a tod@s, me uno a mis compañeros, es muy motivador contar con la participación en este blog de Encina, muchas gracias.
A la pregunta de buscar un nombre , en mi ignorancia por el mundo docente, hasta hace unas semanas en las que me incorporé como alumno principiante a este apasionante mundo de la docencia, se me ocurre en lugar de cambiar el nombre calificarlo con el adjetivo de » Manejo Natural del Aula», pienso que una clase debe fluir con corazón como dice mi compañera Victoria , pero también con cerebro, todo en un equilibrio lo mas natural posible , siendo así un manejo motivador para el alumno y por supuesto motivador también para los profesores.
Hola Encina! Sin duda un placer!!
Yo propongo «manipulación»… no hombre, es broma jajajaja
Propongo, coincidiendo con Eva P., «guía de la clase», pues partiendo de que nos proponemos, como profesores, lograr que el alumno sea autónomo, debemos mostrarnos como facilitadores de ese proceso de aprendizaje, negociadores y analizadores de las necesidades de cada estudiante en el aula y fuera de la misma. Por lo tanto, hemos de ser un apoyo, un auxilio, una guía dentro de ese proceso. Esa es la manera a través de la cual el alumno se convierte en el centro de dicho proceso y podemos conseguir nuestro objetivo propuesto.
hola a todos! en primer lugar hacer mención a la estupenda comparación de mi compañero Tino entre el proceso de aprendizaje de una lengua y el vuelo de unas aves…Tino eres un «maestro».
Estoy de acuerdo con Encina en que el termino Manejo implica una connotación de control, y no es el objetivo que tenemos en nuestras clases. El papel del docente en el aula es el de orientar y guiar durante un proceso, poniendo en práctica sus conocimientos y aplicando distintas técnicas para conseguir el aprendizaje de los alumnos, por lo que propondría el nombre de ORIENTACIÓN Y GUÍA HACIA LA LENGUA META. El docente tiene una función muy importante durante todo el proceso de aprendizaje ya que es el puente de comunicación entre la LM y los alumnos, él será quién hará uso de sus estrategias para conseguir esa comunicación.
Hola a todos, en primer lugar observar que han surgido aportaciones muy interesantes y que, como ya han apuntado los compañeros, es un honor contar con Encina en el blog. Me ha gustado mucho la «bird navigation» que propone Tino por lo significativo del término. En mi opinión el manejo de la clase podría definirse más ampliamente como aquellas estrategias, técnicas y acciones que lleva a cabo el docente para el aprovechamiento de la clase, por lo que también lo definiría como «acto docente».
Gracias Yaiza 🙂 🙂
Hola a todos,
estoy totalmente de acuerdo con que es un lujo contar con Encina en este blog y con el aporte de ideas de todos, con el cual se va enriqueciendo el tema cada vez más. En mi opinión, el denominado «manejo o gestión de la clase» es un término que se podría sustituir por guía o ayuda e incluso didáctica de la clase, porque el término en si connota, como bien dice Encina, un control, por parte del profesor, que es precisamente el que queremos evitar. También podríamos hablar de «manejo conjunto de la clase» o de » administración de la clase» intentando evitar en la medida de lo posible la terminología de control.
Un saludo.
Buenas tardes a todos, me uno a mi «compi» en su opinión de la suerte de contar con la participación en el blog de Encina. El feedback suele ser muy positivo en estos casos. No sé si propongo un concepto muy abstracto para el tema que estamos viendo pero yo llamaría al manejo de la clase» bird navigation» . Las aves migratorias que tienen que recorrer miles de KM ( en nuestro caso nº de clases que impartimos) para llegar su destino final ( en nuestro caso el dominio de la lengua meta por parte de los alumnos) tienen una forma muy peculiar de navegar ( en nuestro caso desarrollar la clase) ellas se van turnando a la cabeza de la formación ( esas bandadas de pájaros que vemos en forma de triángulo) para de esta forma tomar la iniciativa y el rumbo cada una un rato para así ser protagonistas todas y también desgastarse menos y cubrirse las unas a las otras(trabajar en grupo).
Si llevamos esa idea a nuestro campo podemos hablar de que si todos conocemos nuestro objetivo, negociado anteriormente con los alumnos, todos sabremos que hacer (tanto alumnos como profesores) para llevar la clase a buen puerto.
Os invito a ver este video un saludo.
http://www.youtube.com/watch?v=K5G8gRvx7nQ
Tino
Hola Encina,
Se me ocurre un término que a mi parecer es más apropiado:
Conducción de la clase.
El diccionario de la Real Academia de la Lengua define conducción en su primera acepción como: «acción y efecto de conducir», (indicando el doble valor de llevar o guiar algo).
Este significado comprende perfectamente la función del profesor en clase, pues este debe ser el guía que lleve al alumno hasta el conocimiento, conduciendo las tareas de clase para que el aprendizaje llegue a buen término.
El profesor también debe planificar y concebir la clase para canalizar la energía del alumno y guiarlo o conducirlo utilizando las herramientas adecuadas.
Así que la conducción de la clase, para mi implica estimular la autonomía del alumno y su protagonismo en la misma, siendo la figura del profesor, no la de un director u observador sino la de un guía que conduce de manera adecuada al alumno en el camino del aprendizaje.
Dirigir en una primera revisión también podría usarse, definiéndose su primera acepción en el diccionario de la Real Academia de la Lengua como: «enderezar, llevar rectamente algo hacia un término o lugar señalado»; en su acepción segunda: «guiar, mostrando o dando las señas de un camino» y, en la cuarta: «encaminar la intención y las operaciones a determinado fin».
Sin embargo dirigir tiene, a mi parecer, un matiz controlador para denominar la acción del profesor en el aula, no hay más que observar sus posibles sinónimos: presidir, encabezar, liderar, controlar, manejar, gobernar, etcétera.
¡Vaya lujo contar con Encina en este blog!
Pues se me ocurren algunas alternativas a «manejo de la clase» o «gestión del aula» para suavizar esas connotaciones que comentas. Por ejemplo, «el tutor como guía», «como sacar partido a la clase», «enseñar con éxito» o «llevar la clase con corazón».
Un saludo y hasta pronto.
Pues sí Eva, todo un lujo sin duda.
Me gusta eso de «llevar la clase con corazón» y es que como dice Antonio, en el aula ocurren muchas «cosas» de diferentes índoles, y tanto el corazón del profesor como del alumno deben estar también presentes (no solo el cerebro) y por ello yo apuntaría a «la simbiosis en el aula» del docente -alumno y el alumno-alumno. Creo que se enseña con éxito cuando se aprende con éxito. También otra alternativa podría ser «los resultados en el aula» o «el enfoque del aula»
Un saludo todos
Hola Encina,
Para nosotros es un honor que participes en nuestro blog de formación de profesores. Seguro que te darán alguna idea para incorporar a tu próximo libro:)
Un abrazo…
Sigo leyendo vuestro blog y disfrutando de vuestras reflexiones. ¡Adelante! Una pregunta para todos: A mí personalmente no me gusta nada el término de «manejo de la clase» o «gestión del aula» como se llama también. El primero me parece que va en contra de la filosofía de una clase de lenguas porque manejo, sino implica esto del todo, sí que tiene una connotación de control, que en principio no tiene por qué ser negativo pero es que manejo suena autoritario, unidireccional. El segundo término me resulta más apropiado para el mundo de los negocios que para una situación colaborativa de aprendizaje. En fin, que no me gustan ninguno de los dos pero que soy incapaz de encontrar algo mejor. ¿Podríais ayudarme ahora que tenéis el capítulo tan reciente? Quizás entre todos lo conseguimos.
Saludos a todos y mucha suerte.
He leído el capítulo 3 de E. Alonso. Me ha sorprendido gratamente, cómo en un unos cuantos folios se puede describir de una forma clara, sencilla y que parece fácil llevar a la práctica, algo tan complejo como es la de «manejar» una clase.
Me parece que habla de todos los aspectos básicos para gestionar la clase: hablar profesores y alumnos, silencios, lengua en la que hablamos…………. Las que más me han hecho reflexionar es el uso de los silencios, las traducciones y las instrucciones y los tonos y velocidad.
Yo pensaba que no debía haber silencios nunca, y me asombra ver no sólo que hay que hacerlos, si no que además son necesarios y «casi» obligatorios.
Pensaba, también, que el uso de otras lenguas distintas a la Meta, y usos de diccionarios estaban prácticamente prohibidos en una clase de idiomas. Y creo que lo que se expone en el texto de E. Alonso es totalmente acertado, porque muchas veces nos «enrollamos» en palabras y provocamos desinterés por parte de otros alumnos, en vez de traducirlos y seguir hacia nuestro objetivo, sin perjudicar, en absoluto el aprendizaje.
Considero muy importante el tema de las instrucciones. Y quedan perfectamente descritas en el capítulo: efectivas, claras, breves y demostrativas. Y añadiría una más que la de explicarles sólo 1 tarea (no decirles: «primero haremos X, y después Y, y terminaremos haciendo Z». No sabrían ni por dónde empezar).
Muchas veces cuando hablamos con extranjeros, lo primero que hacemos es gritarles, hablarles muy despacio y vocalizando de forma exagerada. Los tratamos como si fueran Forrest Gump . Por eso me parece muy acertado el que tenemos que hablarles de una forma coherente y «encontrar ese punto medio entre lenguaje de clase y el de «copeo»……sin que se convierta en un lenguaje artificial».
Y para llevar a cabo todo esto es fundamental, como dice Antonio, la habilidad del profesor para tener todo perfectamente planificado, y la clase discurra hacia el objetivo final establecido.
El papel del profesor de idiomas es fundamental incluso cuando son los alumnos y alumnas quienes tienen el protagonismo en una clase de lenguas. Los roles del profesor o profesora son múltiples y varían de acuerdo a la actividad y objetivos trazados, en una sola sesión de clases el rol del profesor/a conlleva ser guía, transmisor de información, moderador/a, mentor o líder y en todo momento debe desempeñarse con motivación, seguridad, adecuada organización, soltura y paciencia, estas características deben seguirse incluso si desarrolla su propio estilo de enseñanza.
Pienso que estas habilidades no son naturales y se desarrollan o mejoran con la práctica, motivación personal y actitud que cada profesor/a ponga en sus clases.
El punto de vista del proceso de enseñanza-aprendizaje que propone Antonio Orta en esta entrada del blog, hace hincapié en el rol investigador del profesor/a de español.
Cuando hablamos del profesor/a como investigador/a, nos referimos, en primer lugar, al análisis de todos los aspectos de la práctica docente en el aula: el tiempo que emplea en hablar en clase el/la profesor/a o el alumnado, cómo lo hacen, en qué lengua se hace y por qué, cuándo, etcétera.
Éstas son algunas de las cuestiones que debemos plantearnos para mejorar nuestra labor como profesores y ofrecer a nuestro alumnado una experiencia de enseñanza-aprendizaje satisfactoria.
Por otro lado, esta concepción del profesor/a investigador/a también implica una cierta visión de la evaluación del proceso de enseñanza-aprendizaje. Esta visión supondría que la evaluación abarca todo el proceso en su conjunto, todos los elementos que lo componen y todos los actores. De esta manera, la evaluación se convierte en una herramienta de aprendizaje para el propio docente.
Tras leer el capítulo recomendado en clase, entre los asuntos comentados en éste, debo destacar el debate discutido protagonizado por la utilización o no de la lengua meta, materna o incluso una tercera lengua en clase. Como bien se dice en el texto, no se debe rechazar la traducción a la lengua materna, aunque hay que ser conscientes de los peligros que conlleva.
El uso o no de la lengua meta sin excepción dependerá del nivel de los alumnos, aunque creo que se debe utilizar con la mayor frecuencia posible, pues aún en un nivel muy básico, junto con mímica y dibujos, el profesor podría llegar a darse a entender.
Si se hablara en una tercera lengua que todos los alumnos y el docente tengan en común, como por ejemplo el inglés, me parecería aceptable, siempre y cuando demos prioridad a la lengua meta siempre que sea posible.
Este artículo me ha invitado a reflexionar sobre los posibles fallos que puedo cometer a la hora de llevar la clase con mis alumnos. Me ha llamado la atención el tiempo que se pasa el profesor hablando y el que pasa el alumno, lo que me ha llevado a reflexionar sobre quien debe ser el verdadero protagonista en la clase.
Tambien me ha interesado el punto que habla sobre el silencio,pues enormalmente se tiende a pensar en el silencio como algo negativo y cierto es que no somos maquinas.
Destacaría tambien el punto que nos habla de la traducción como un complemento a nuestro trabajo. pues en mi experiencia como alumna de idiomas y especialmente con la gramática explicada en la lengua meta he sentido que se me escapaban cosas y me he preguntado hasta que punto es importante una explicación en la lengua meta complementada con la lengua nativa.
En definitiva,lo que me ha parecido mas interesante de este articulo ha sido la complementación de las diferentes estrategias a la hora de enseñar.
Supongo que todos estaremos de acuerdo en admitir que esta nueva figura del profesor es bastante diferente de la tradicional, que se basaba en un método mucho más rígido, unidireccional y deductivo. Este artículo nos hace reflexionar sobre un parte concreta, el uso del lenguaje, que este nuevo modelo de profesor propone.
La autora nos incide expresamente en determinados aspectos del uso del lenguaje, donde el profesor debe trabajar más para sacar el máximo rendimiento a la clase de enseñanza de un idioma. Aspectos tales como los silencios, la lengua usada durante la clase, la graduación del lenguaje o los problemas de la traducción, por citar algunos, se nos revelan claves para la consecución de este objetivo.
Conforme avanza la lectura, encontramos multitud de ejemplos que nos ayudan a entender de forma clara a qué se refiere la autora, así como diferentes preguntas con el objetivo de autocrítica o reflexión, de modo que un profesor, o futuro profesor, pueda desenvolverse en este moderno modelo de enseñanza, que se contrapone al arcaico sistema que la mayoría de nosotros conoce tan bien.
Como conclusión, se nos hace ver la importancia de un profesor que, a pesar de seguir siendo la guía principal de la clase, requiere el uso de otras destrezas para conseguir que sean los mismos alumnos quienes llegan a sus propias y adecuadas conclusiones, quienes se enseñan unos a otros, quienes desarrollan de forma mucho más autónoma los contenidos de la lección, y en definitiva, quienes son los verdaderos protagonistas.
Algunas de las claves de un buen profesor vienen definidas por la cantidad de recursos de que disponga y la flexibilidad con la que los administre. Si bien es verdad que la experiencia es la que nos mostrará poco a poco la mejor forma de hacerlo y nos aportará la fluidez necesaria para ello, desde el principio debemos ser conscientes de qué beneficia al alumno y por qué. También de identificar cuándo hemos tomado un camino erróneo. De este modo sabremos, no solo preparar óptimamente una clase, sino además encauzarla y redireccionarla en caso de que surja cualquier obstáculo imprevisto durante la misma.
El profesor, como ser humano, es falible. Esto quiere decir que puede equivocarse, dudar o fracasar en alguna propuesta. Sin embargo, sobre lo que se debe trabajar es en saber diagnosticar cuándo algo falla y sobre todo, en cuáles han sido las causas para poder así revertir la situación. Que determinado sistema o método falle en una ocasión no significa que tenga que hacerlo en otras sucesivas. De la misma manera, no hay métodos absolutamente válidos y otros totalmente incorrectos. De cada metodología se pueden sacar unas ventajas y desventajas que serán muy útiles, una vez localizadas, para complementar unas estrategias con otras.
Por último, es necesario incidir en el papel activo del alumno. Al darle protagonismo, cedemos parte de nuestro control y ampliamos el campo de posibilidades a situaciones que no teníamos previstas (preguntas, errores, posibles reacciones adversas…). Esto, a priori, es un beneficio para el alumno, pero solo lo será si el profesor tiene la habilidad y la capacidad de manejar la clase y adaptarse a esas situaciones que se puedan ir sucediendo. De su velocidad de reacción, sus recursos y el manejo que haga de ellos, así como de su capacidad de diagnosis dependerá el aprovechamiento de la lección por parte de los alumnos.
Con respecto al capitulo 3 de Encina Alonso hay que destacar, bajo mi punto de vista, la importancia, en contra del conocimiento general, de quitarse el protagonismo el profesor y dárselo a los alumnos. Parece que porque eres profesor ya solo tienen que escuchar tus explicaciones y realizar ejercicios prácticos pero donde queda la conprension? Si no interactúamos con el alumno y le damos su sitio, como puede llegar a ser autónomo y expresarse en otra lengua? Fundamentales también son los silencios, ya que hay que dar tiempo al alumno para pensar una respuesta en otra lengua que no es la suya materna y a la hora de interiorizar conceptos, todo requiere su tiempo. Es cierto que cuando se produce un silencio en la clase, después de una explicación por ejemplo , da la sensación de que nadie ha entendido nada aunque realmente pueden estar asimilando e interiorizando lo aprendido y ya sería tarea del profesor hacer una comprobación mediante preguntas sencillas y recibir ese feedback de que todo ha sido entendido.
Ni qué decir tiene que las instrucciones son esenciales en el aula, de forma clara y concisa, ejemplificando normalmente y buscando esa interacción con el alumno y así con actividades cotidianas y explicaciones concisas le vas dando al alumno la autonomía que necesita para desarrollar la tarea y para ser capaz de asimilarla en todos sus aspectos.
El debate sobre la traducción, de si se debe utilizar o no, yo creo que eso quedaría al criterio del profesor, evaluando con anterioridad que tipo de alumnos y que tipo de necesidades se encuentra. El ahorro de tiempo es algo importante en las ocasiones en las que la traducción sería la clave. Estoy de acuerdo en que lo más importante es no radicalizar y analizarlo según la situación. Eso si, no cayendo en el hábito de traducirlo todo y cuidando las traducciones literales, aunque eso llevado a la práctica es bastante más difícil porque muchos alumnos te lo demandan (como me paso a mi).
Finalmente, estoy de acuerdo en su totalidad, con el punto de la graduación del lenguaje y con la evasión en cierto sentido de la terminología lingüista, los alumnos quieren aprender español, no trabajar en la la real academia de la lengua. Y sobre todo me parece muy interesante pero a la vez muy difícil de conseguir, supongo que lo dará la práctica, la naturalidad a la hora de hablar sin que parezca forzado. En el punto medio está la virtud, se suele decir, pero para empezar en esto me imagino que se aprenderá a base de cometer algunos errores e ir solucionándolos, que como dice nuestra profesora, siempre hay fallos que sacar pero aportando soluciones y consejos.
En lo referente al manejo de la clase se han comentado diversas cuestiones que resultan fundamentales y conforman conjuntamente la realidad en un aula de lengua extranjera. En líneas generales todos estamos de acuerdo con el artículo que encabeza este post y con el ya mencionado capítulo 3 del libro de Encina Alonso “Cómo ser profesor/a y querer seguir siéndolo” (1994).
Son aspectos fundamentales equilibrar el tiempo de participación del alumno y el del docente, el empleo de los silencios, el uso de lenguas que no son la meta y la traducción un fin pedagógico, el empleo de terminología lingüística de un modo consciente y controlado, la graduación del lenguaje para adecuarse a las necesidades de los alumnos y dar correctamente las instrucciones.
En mi opinión Encina ofrece una visión conciliadora abogando por el equilibrio en todos los casos. Tiene como base el objetivo principal de la enseñanza de lenguas, la comunicación, y partiendo de dicha premisa se refiere al modo más adecuado de llevar a cabo la clase, empleando en todo momento el sentido común y ofreciendo claves que no son ni mucho menos formulas mágicas pero sí son extrapolables a cualquier situación.
Se sobrentiende que si nuestro objetivo es que los alumnos se comuniquen en la lengua meta su empleo será mayoritario en el tiempo de clase. Existen situaciones en las que merece la pena emplear una tercera lengua mediante la que alumnos y profesor puedan entenderse y aclarar ciertas dudas siempre que sirva para optimizar el tiempo y para mejorar la comunicación y dar cabida a la lengua meta. En el mismo sentido en ocasiones merece la pena recurrir a la traducción.
Retomando el párrafo anterior y centrándonos en la comunicación se pueden destacar dos aspectos fundamentales; el primero es que para aprender a comunicarse el único camino posible es el de la práctica efectiva y por tanto debe ser el alumno el protagonista de las clases y sobre quien recaiga el mayor peso. El nivel de los alumnos determinará las dinámicas empeladas a fin de conseguir a la larga la mayor autonomía posible y maximizar el tiempo de intervención del alumno. En segundo lugar el acto de comunicarse requiere de situaciones reales en las que llevarlo a cabo y en el transcurso de una clase surgen diferentes tipos, es papel del profesor de L2 reconocerlas y gestionarlas para conseguir el mayor aprovechamiento de las mismas. En referencia a esto se sobrentiende que el docente debe emplear el lenguaje de forma natural sirviendo como modelo competente a sus alumnos, sin hablar demasiado rápido o despacio ni empleando un acento forzado e inexistente en la vida cotidiana.
Para el manejo funcional de la clase el docente debe tener en cuenta y planificar todos los aspectos relevantes, como apunta Antonio en el post se puede condensar en tres palabras aquello que necesitará el profesor: opciones, decisión y acción. Y para el profesor inexperto yo lo dejaría en planificación, decisión y acción. Cada aspecto de la clase hace que la sesión tenga éxito de modo que no puede dejarse al azar. Estoy de acuerdo con Antonio y con Encina y personalmente considero ambas lecturas informativas y aclaratorias ya que básicamente me aportan un punto de partida para llegar a manejar mis clases y ser una docente competente en este ámbito.
La motivación y la acción natural de la conversación son esenciales.
En mi opinión el manejo de la clase implica guiar al alumno en su aprendizaje y optimizar los recursos didácticos y herramientas del profesor para lograr que la transmisión de conocimientos tenga un final satisfactorio.
Encina advierte varias claves para gestionar la clase adecuadamente y el uso correcto de estas, y es muy interesante saber controlarlas, por ejemplo: el tono empleado por el profesor, la velocidad del habla del profesor, el buen uso de los recursos didácticos por ambas partes, la dinámica de grupo bien gestionada, el tiempo de habla de los alumnos y del profesor, el uso de la traducción, la gesticulación como recurso de comunicación y mantener el contacto visual así como el control auditivo del grupo es esencial.
También es importante comentar como es mejor asignar un rol o una función a desempeñar al alumno acorde a sus destrezas dentro de un grupo para que no haya falta de consenso a la hora de emitir una conclusión, ni una falta de participación, o saber dar las instrucciones de una manera clara y breve, etcétera.
Pese a todo ello, me parece que cualquier profesor con sentido común y experiencia (siempre que tenga una base sólida basado en la importancia de la competencia comunicativa, asimilada por supuesto en una instrucción anterior) puede llegar a aprender fácilmente con la experiencia.
La soltura del profesor para concebir y aumentar las ocasiones de aprendizaje para sus alumnos es elogiable, mas a mi parecer existe una habilidad o talento natural que obligadamente debe tener intrínseca el profesor y en la que se basan todas las demás: la empatía con sus congéneres.
A partir de esta empatía surge la capacidad para motivar al alumno y entender y dirigir sus emociones.
Pero cuidado, esta motivación no solo enfocada a un aprovechamiento de la clase, sino a conseguir que el alumno se responsabilice de su propio aprendizaje y se haga con el control del proceso mientras aprende.
Este control sobre la motivación del alumno debe llevar al profesor a identificar las inquietudes del alumno y solventar sus deficiencias para crear un buen equilibrio emocional en el grupo y en la relación alumno/profesor (por ejemplo eliminar el ego que impide expresar una idea ante el posible error).
Por otro lado hoy en día entendemos el desarrollo de la competencia comunicativa como elemento necesario de la enseñanza de lenguas, de modo que el profesor debe ser capaz también de adentrar al alumno en este proceso.
En esta línea es significativo que el profesor aplique la condición de la comunicación natural a la clase.
Fuera del contexto de la clase el individuo habla libremente, esta libertad para actuar del alumno puede ser dirigida por el profesor en con una dinámica de comunicación abierta. El alumno además de poder intervenir se esforzara en crear la forma adecuada de su discurso, mejorando su comunicación en la lengua que aprende.
La comunicación no verbal, verbal y las ventajas de participar como grupo para el alumno podrían incluirse en este ámbito.
Estos aspectos son en los que usará el profesor como esqueleto para sustentar la gestión de las clases y la fundamental planificación de estas, creando situaciones de aprendizaje adecuadas para el alumno.
En definitiva, de esta manera se crea la figura de un alumno cada vez más autónomo, que creo que es uno de los fines de su aprendizaje en la comunicación de una segunda lengua.
Este alumno motivado por un buen profesor que además diseña con virtud su clase, aprende a superar mucho antes las dificultades, identificar sus necesidades y por ultimo demandarlas.
La idea del manejo de la clase es un término que se sale del debate entre docentes y que se puede extender al resto de la sociedad. Independientemente de nuestro grado de formación (alto o bajo) todos somos capaces de esbozar con mayor o menor grado detalle que características ha de tener un profesor que maneja la clase, «que sepa llevar a buen puerto los objetivos marcados en su planificación diaria». Probablemente encontraríamos puntos en común en la diferentes concepciones del término como: gestión de los recursos, aprovechamiento, control del tiempo, aprendizaje de los alumnos etc.
En el capítulo nº 3 del libro: Soy profesor/a: Aprender a enseñar es un material imprescindible para la formación y constante reciclaje del profesor de ELE.
Los autores hacen referencia al uso del lenguaje durante una clase de ELE y sobre todo, nos cuentan mediante ejemplos como debemos tener distintas opciones de trabajo(diferentes actividades) de tal manera que provoquemos en nuestros alumnos diversas reacciones y que debemos de tomar las decisiones correctas durante el tiempo de clase para guiar a nuestro alumnado hacia el resultado más óptimo posible en nuestro caso el dominio de la lengua. El uso de la traducción como recurso para el manejo de la clase es un ejemplo que los autores nos desgranan en los puntos 7 y 8.
¿Tú qué opinas es positivo, negativo?
Constantino Bonaño Méndez
Hoy en nuestro segundo día de clase, como futuros profesores de Español como lengua extranjera, hemos visto la importancia que tendrá para nuestra clase el conseguir un buen manejo de esta, objetivo al que queremos llegar todos, para ello nos serviremos de nuestras habilidades y aptitudes, como son una buena planificación previa de la clase y de la pizarra , el control y buen uso del lenguaje, entonación variable, respetar los tiempos para escuchar y hablar, la gesticulación y el uso de recursos extras que nos ayuden en nuestra explicaciones.
Entre estas habilidades muy importante en mi parecer que seamos capaces de trasmitir a nuestros alumnos entusiasmo, motivación y poder crear todos los días una atmósfera de clase positiva, donde los alumnos dialoguen entre ellos y con el profesor siempre con una actitud de tolerancia y respeto lo mas distendida y natural posible.
En relación al capítulo 3 de Encina Solo, nos describe algunas habilidades relacionadas con el uso del lenguaje, como son el valor de los silencios en la clase, su necesidad e importancia, el no abusar de las traducciones pero tampoco descartar estas , mas bien utilizar las traducciones como un recurso mas que esta en nuestras manos y destaca este capítulo la gran importancia de las instrucciones dentro de una clase, estas deben ser siempre breves y claras.
Me ha parecido interesante el análisis que hace la autora de la comunicación que se produce entre el profesor y los alumnos en diferentes escenarios del aprendizaje de lenguas. Sus ejemplos me han hecho reflexionar sobre la importancia de planificar las preguntas que queremos hacer a los alumnos, ya que con ellas condicionamos en gran medida sus respuestas; podremos así buscar una respuesta rápida si lo que queremos es asegurarnos de que han comprendido, por ejemplo, las instrucciones para realizar una tarea, o, sin embargo, provocar una respuesta más elaborada. El objetivo final sería conseguir que el alumno participe más, practicar la expresión oral.
Sospecho que muchos de los que tenemos experiencia en el aprendizaje de lenguas extranjeras estamos acostumbrados a una enseñanza basada en el enfoque estructural, en la que el profesor se limitaba a darnos la regla gramatical y hacernos repetirla, leer los ejemplos del manual, etc. Este enfoque deja poco espacio para la creación. El alumno no es protagonista de su propio aprendizaje. Por ello, considero que dándole la oportunidad de hablar más le estamos animando a crear sus propias frases, manifestar sus dudas y cometer errores; todo ello fundamental a la hora de aprender una lengua.
En cuanto a los silencios en el aula, pese a que forman parte de las conversaciones que surgen con naturalidad en nuestro día a día, hasta hoy no me había parado a pensar en la importancia que tienen en la clase de lenguas. Permitiendo los silencios en clase estamos dando a los estudiantes la posibilidad de organizar sus ideas, pensar en otros aspectos que quieran preguntar e interiorizar la materia. Al mismo tiempo, es posible que necesiten un momento de silencio para darse un respiro; a veces olvidamos lo que puede llegar a cansar el hablar un rato en la lengua que estamos empezando a aprender.
Referente a la utilización de una lengua diferente a la lengua meta en el aula, considero que habrá situaciones en las que resulte inevitable. Coincido con la autora en que la traducción de un término o una frase puede llegar a ser útil en un momento concreto, para ganar tiempo y siempre y cuando no nos desvíe de nuestro objetivo final. Si lo que pretendemos es explicar un concepto, una estructura o ampliar su vocabulario, podemos valernos de otro tipo de recursos que fomenten la capacidad deductiva del alumno, tan útil en el aprendizaje de lenguas extranjeras, y no se acostumbren así a depender de la traducción.
En cuanto a dar explicaciones o instrucciones para realizar una actividad en la lengua del alumno lo considero ineficaz; al hacerlo estamos restando tiempo a la práctica de la lengua meta. Me parece, sin embargo, de gran ayuda para el profesor el conocimiento de la lengua del alumno. Al conocer ambas lenguas le será posible realizar un análisis contrastivo de vocabulario, estructuras gramaticales o aspectos socio-culturales que le permita anticipar posibles confusiones por parte del alumno, identificar falsos amigos, etc. Considero que esté tipo de análisis puede ser de gran ayuda al alumno en su proceso de aprendizaje.
Me parece muy interesante el apartado sobre la utilización de la terminología lingüística. Confieso que estoy algo perdida en este campo y que me gustaría aprender a explicar estructuras sin emplear términos gramaticales.
Respecto a la graduación del lenguaje, en mi opinión todo intento que se haga de alejarse de una situación comunicativa real es inútil. Además, si estamos tan pendientes de forzar la manera en la que hablamos puede que lleguemos a perder la concentración y nos desviemos de lo realmente importante, que es lograr que los alumnos sean capaces de comunicarse. Si es cierto que es necesario adecuar el tono, el nivel de lengua, el vocabulario… al nivel de los alumnos, también lo es el hecho de que nadie habla el «español correcto, perfecto, puro»… todos tenemos nuestra variedad lingüística y los alumnos han de saberlo y acostumbrarse a ello.
Por último, referente a la manera de dar instrucciones para la realización de una tarea, estoy muy satisfecha con lo aprendido hoy. Creo que me será muy útil a la hora de adaptar las instrucciones de actividades de manuales de lengua o crear las mias propias.
Es curioso como en todo este tiempo dedicado a la educación nunca me había planteado la importancia del silencio en el aula. Creo que muchos coincidimos en la idea de que lo interpretamos como algo negativo o como una situación incómoda, llegando incluso a darnos un poco de pánico por no saber a qué se debe ese silencio. Como bien explica Encina Alonso en su libro, los silencios son necesarios para que alumnos puedan pensar con tranquilidad las respuestas, incluso positivos para el profesor, ya que no tenemos respuesta para todo en todo momento ni lo sabemos todo. Son estas situaciones las que nos hacen pensar que los silencios son negativos, interpretándolos como que no tenemos respuesta o simplemente que no la sabemos. En el caso de los alumnos, los silencios son muy necesarios para organizar en su mente lo que quieren decir, ya que al ser en la lengua meta, les resultará más complicado expresarse.
Otro aspecto donde me asaltan dudas es la traducción. La debemos utilizar ¿o no?, ¿Qué ventajas tiene? Siempre he pensado que la traducción no es un buen recurso para los estudiantes pero en determinadas situaciones si la considero necesaria. Cuando agotamos todos los recursos para explicar un concepto y vemos que los estudiantes no lo entienden, como último recurso acudiría a la traducción y al apoyo de diccionarios, evitando así consumir tiempo en explicar una sola palabra. En lo que sí discrepo es en el caso de que un alumno esté acostumbrado a la traducción como único método de aprendizaje. El profesor al ser un guía, debe organizar sus clases y contenidos de la mejor manera posible, mostrando a sus alumnos una amplia gama de actividades y de metodologías de trabajo para evitar o disminuir en la medida posible el recurrir a la traducción pura y dura. Como bien dice Antonio en el blog, un profesor debe tener varias opciones experimentales ante una misma situación y manejar la clase de acuerdo a estos tres conceptos fundamentales: opciones, decisión y acción.
Si en nuestras clases no queremos utilizar la traducción debemos esforzarnos mucho más en utilizar un lenguaje adecuado al nivel de los alumnos y recursos no verbales. Es muy importante explicar las instrucciones de manera clara, breve y concisa. Darlas paso a paso ayudará a que los alumnos entiendan mucho mejor la actividad. Para terminar comentar un último aspecto sobre utilizar la terminología lingüística. Desde mi punto de vista si no es estrictamente necesario no la explicaría. Creo que la gramática es una parte muy compleja para explicarla como tal, sin embargo si aprovecharía actividades en las que aparecieran para una mejor comprensión de la lengua…si aprender una lengua meta es difícil, los profesores como guías debemos darles las pautas necesarias para su aprendizaje y comprensión, no obstaculizarles el camino…
Todo lo mencionado dentro del artículo de como iniciar la clase, tiempos para hablar el profesor, tiempos para hablar el alumno lo considero muy acertado y de hecho vengo observando que es la metodología adoptada por este centro. Donde considero que debemos ser más cautos es a la hora de adoptar medios que al igual de tener una ciertas ventajas también tienen otras desventajas, como por ejemplo es en el caso del uso de las traducciones, creo que en estas situaciones tendremos que encontrar un equilibrio para aprovechar las ventajas que nos ofrecen y evitar las desventajas en sí.
Creo que todos estamos de acuerdo en la labor fundamental que ejerce el profesor, de algún modo por eso estamos todos aquí. Desde que, por suerte, se abandona el modelo de enseñanza mediante reglas, la labor del docente se vuelve fundamental y más difícil que nunca, porque sin duda lo fácil es darle a los alumnos una serie de estructuras para memorizar y mandarles ejercicios de repetición hasta que agoten una fórmula encorsetada bajo un contexto determinado. Yo he vivido ese aprendizaje y… de aprendizaje tiene poco, a no ser que el concepto de aprendizaje se haya devaluado mucho (y, probablemente, haya sido así).
Siendo el profesor un mediador, un facilitador de herramientas y un desarrollador de la autonomía del alumno; cabe plantearse todas las cuestiones del capítulo 3 y las de este artículo. Personalmente, creo que todo es terriblemente problemático, a pesar de estar de acuerdo prácticamente al cien por cien con todo lo que se dice. Partiendo de la figura del profesor tal y como la he descrito, lejos del modelo autoritario tradicional, el punto medio que se plantea a la hora de los silencios, el uso de traducciones y de normas lingüísticas me parece muy apropiado, pero no paro de plantearme situaciones poco ideales… ¿y si yo no hablo la lengua materna de mis alumnos? ¿o no tenemos lenguas en común? Porque no puedo suponer que todos hablen inglés igual de bien, asumiendo que yo soy capaz de explicar algo en inglés…
Efectivamente, y como ha dicho ya algún compañero (o más de uno), hay que adaptarse a la clase y a las circunstancias, pero me preocupa generar una impotencia y una frustración sobre los alumnos si tengo que explicarles algo desde cero, sin que ellos hayan oído nunca ni una sola palabra de español.
Por último, en cuestión de tecnicismos lingüísticos, supongo que apuesto por un enfoque totalmente práctico. Como dice el artículo, los alumnos no son lingüistas y yo desde luego tampoco lo soy. También dependerá mucho de la clase y de los objetivos que ellos se planteen a la hora de matricularse en el curso.
En definitiva, creo que del mismo que el alumno debe desarrollar una autonomía, nosotros, como profesores, también debemos hacerlo, y supongo que el único modo es la experiencia, como se dice en este artículo. A pasarlo mal un poco, no queda otra. 🙂
Al leer el capítulo 3 de Encina Alonso, he podido observar con mayor profundidad el tema que tratamos esta mañana en clase. Me ha gustado bastante porque creo que explica de forma muy clara cómo debe un buen profesor gestionar la clase, dando en todo momento varias opciones para hacerlo y ejemplificando cada uno de sus argumentos.
Me ha llamado mucho la atención el tema referente al silencio porque lo que normalmente hacemos en nuestra cultura es hablar y llenar ese vacío incómodo que se produce cuando varias personas están juntas y están calladas. Pero hasta ahora no me había planteado nunca que en una clase fuesen tan necesarios esos silencios y estoy de acuerdo con esta afirmación porque, de no haberlos, podemos por ejemplo presionar y angustiar a los alumnos no dejando que realicen correctamente la tarea que les hemos pedido o que no puedan tomarse su tiempo para respondernos a una pregunta.
También me gusta cómo explica el tema de las instrucciones. Como futura docente, es algo que tengo que tener muy en cuenta y tras leerlo me queda bastante claro cuál es la mejor forma para realizarlas. Estas tienen que ser breves y claras; tienen que ser adecuadas para el nivel de lenguaje del alumno; hay que dosificar las instrucciones y también, como hemos visto hoy en clase, utilizar palabras transparentes para que los alumnos puedan comprenderlas más rápidamente.
Otro tema interesante del capítulo de Encina Alonso es la traducción. Este tema me interesa de manera especial puesto que soy licenciada en Traducción e Interpretación.
Es cierto que para evitar que la clase se prolongue más de lo deseado y se desvíe del tema que se estaba tratando, a menudo puede ser recomendable decirle al alumno la traducción de un término o una expresión para así ahorrar tiempo. Sin embargo, coincido con la autora en que muchas veces es muy difícil o imposible encontrar una traducción o equivalente exacto por las diferencias culturales existentes, por lo que el profesor no debe hacer que sus alumnos se acostumbren a buscar siempre el equivalente exacto.
En mi opinión, tampoco debería darles siempre la traducción porque esto hace que los alumnos se acomoden y no piensen por ellos mismos, o solo recuerden finalmente el término traducido y no el término en la lengua meta que es de lo que se trata.
Me parece muy buena idea hacer que los alumnos realicen traducciones en clase para que así puedan ver, como bien dice Encima Alonso, que no deben intentar traducir palabra por palabra. Este tipo de ejercicio les ayudaría mucho en su aprendizaje.
Me gustaría comentar también el tema de la graduación del lenguaje. Creo que es algo muy importante para tenerlo en cuenta y que la autora saber reflejar muy bien todos los hábitos de los docentes cuando se enfrentan a una clase. Considero que no debemos forzar demasiado nuestra pronunciación para hacerla más “castellana” porque esto dificultaría la clase y hablaríamos de manera pausada. Por el contrario, sí pienso que debemos cuidarla un poco, intentando por ejemplo no comernos algunas letras finales en algunas palabras. El consejo principal que hoy se nos ha dado en clase sobre este tema es que debemos ser naturales y no hablar como si estuviéramos entre amigos.
Como bien refleja Antonio Orta, la habilidad que tiene un profesor para tomar decisiones, la posibilidad de elegir entre diferentes opciones y llevarlas a la práctica con acciones, es lo que hace posible el aprendizaje y el correcto manejo de una clase.
Es evidente que el profesor juega un papel muy importante en el proceso de aprendizaje de sus alumnos. El dominio de diversas metodologías y la habilidad de decidir cuál de ellas se adapta mejor en cada caso es una característica fundamental de todo buen profesor. En el texto de Encina, se hace referencia a algunas de estas competencias, reflexionando sobre distintas cuestiones que se pueden dar en el aula de idiomas como el uso de traducciones para resolver dudas, la importancia de saber utilizar los silencios, la graduación del lenguaje o el uso de terminología lingüística. En líneas generales, pienso que en cada uno de los ejemplos utilizados la solución sería tener la capacidad de llegar a un termino medio. El profesor debe ser consciente de las ventajas y desventajas del uso de estas competencias y valerse de ellas de forma que le faciliten el trabajo, teniendo también en cuenta en todo momento a sus alumnos (diferentes grupos pueden necesitar diferentes estrategias de enseñanza).
Esta es una reflexión sobre el capítulo 3 de Encina Alonso en el uso del lenguaje. El objetivo final en una clase de idiomas es que el alumno termine hablando dicha lengua fluidamente , por lo tanto este deberá hablar y participar activamente en el aula y no siendo solamente el profesor quien monopolice la mayor parte de la clase, si no que deberá existir una comunicación interactiva y un feedback. Dicho esto también se mencionan los silencios, los cuales son muy positivos y necesarios a su vez. Debemos tomarnos nuestro tiempo ante una respuesta puesto que es por algún motivo, bien sea de asimilación o comprensión por parte del alumno o de la búsqueda de la respuesta más adecuada por parte del profesor.
Otro punto a destacar es en que idioma debemos hablar en la clase o al menos explicar. Existen diversas teorías, bien sea en la lengua meta, o en la lengua materna de los estudiantes o en una lengua común que todos comprendan. Personalmente antes de leer este capítulo yo era totalmente contrario a cualquier tipo de traducción en el aula, creía que incluso el los niveles más elementales solo se debería utilizar el idioma de estudio y evitar cualquier tipo de traducción . Creo que existen multitud de estrategias comunicativas para hacerse entender sin la necesidad de recurrir a la traducción literal que no siempre es tan literal y pueda llevar a errores. Quizás en algún caso puntual, en el que todos los alumnos tengan la misma lengua materna y el profesor la conozca bien se pueda traducir aunque sólo en vocablos y nunca en conceptos. En la mayoría que podamos deberíamos utilizar el idioma como fin y como medio.
Y si tomamos esta opción de no traducir deberemos igualmente tomar alguna precaución para no exagerar sobremanera, gesticular demasiado o incluso hablar en un tono muy elevado ya que no siempre ayudamos a la compresión.
En la naturalidad es creo donde reside el éxito, con instrucciones breves y claras, con ejemplos demostrables y es así como deberíamos ver los resultados. Aunque con la experiencia en los años cada uno podrá valorar la mayor efectividad.
Sin duda, una de las grandes dudas que asaltan al profesor novel de español como lengua extranjera es la manera de expresarse con sus alumnos. ¿Utilizamos siempre la lengua meta o, por contra, nos valemos de alguna que sepamos en común tanto profesor como alumno? Sin duda, debe ser el propio profesor el que valore la situación dependiendo de cómo considere que se está desarrollando la clase y si ve que sus alumnos tienen excesivas dudas, por lo que considero que no estaría mal recurrir a esa segunda opción para evitar que la clase se ralentice en exceso.
Así y todo, también tenemos que tener en cuenta la manera en que nos expresamos en español. Lo sensato es pensar cómo nos gusta que nos hablen en inglés (cuando estamos estudiando esa lengua), para así expresarnos con nuestros alumnos. Así, desde mi punto de vista, deberíamos utilizar una correcta entonación para que capten si, por ejemplo, hacemos una pregunta o afirmamos algo; una buena pronunciación, lo cual no significa que debamos ‘castellanizarnos’ al hablar, ya que nuestro acento andaluz, si no se exagera, se entiende perfectamente; y por último, también será importante la velocidad que usemos al hablar, desechando hablar muy lento, ya que luego no entenderán a cualquiera que les hable a una velocidad normal (y ni mucho menos a alguien que hable rápido).
Debemos ser conscientes de que los silencios son necesarios dentro del aula. Los alumnos necesitan tiempo para consolidar el aprendizaje, especialmente cuando hacen tareas individuales. Por supuesto, el profesor deberá considerar, según el caso, cuán largo ha de ser el silencio antes de romperlo.
Respecto al tema de la lengua utilizada en el aula, yo soy partidaria de usar en la medida de lo posible la lengua meta. Es cierto que a veces se hace inevitable el uso de la lengua materna, pero lo aconsejable sería utilizarla como último recurso: solo cuando se quiera aclarar un concepto determinado o como un medio de asegurarse lo que ya se entendió por otros medios.
Una desventaja importante de usar únicamente la traducción es el no utilizar un contexto donde asociar lo que se aprende. Sin esa asociación, el recuerdo futuro de los conceptos se dificulta. De ahí la importancia de utilizar otros medios distintos a la traducción única y directa.
Respecto a la forma de hablar de los profesores nativos, es importante que no sobreactúen, pues solo conseguirán acostumbrar a los alumnos a conversaciones antinaturales, lo que chocará con la realidad cuando se enfrenten a ella. Sin embargo sería aconsejable que no hablaran de una forma demasiado coloquial. Lo ideal sería pronunciar correctamente pero sin llegar a un lenguaje artificial.
La lectura recomendada de Encina Alonso resulta muy útil para la reflexión de un profesor, que aspira a enseñar una segunda lengua. Encina parte de ejemplos y nos cuestiona el uso de las traducciones y su utilidad, el uso de terminologías lingüísticas alejadas del objetivo de comunicación, la importancia de los silencios etc.
Me quedo con la idea de que cada elección que realiza el profesor debe ser fruto de una decisión consciente y que, en cualquier caso, la forma debe adaptarse siempre a la audiencia (expectativas, capacidades, preferencias etc.) y no al contrario.
Para mi la palabra clave es: flexibilidad.
Sobre la gestión de la clase, el capítulo 3 de Encina Alonso me ha parecido de lo más claro y completo, pues basándome en la clase recibida en el día de hoy sobre dicha materia, considero que se contemplan en su práctica totalidad todos los aspectos que rodean al uso del lenguaje en el desarrollo y proceso de la misma. No obstante me han llamado especialmente la atención ciertos aspectos tratados, como son los silencios, las instrucciones y sobretodo la graduación del lenguaje en clase.
Me parece muy curioso el tema del silencio porque considero que por costumbre o cultura, en nuestro caso parece que sí que tenemos ese miedo respecto al mismo que hace que en muchas ocasiones rellenemos esos vacíos de manera innecesaria o incluso infructuosa. Estoy de acuerdo en que los silencios tienen un motivo, ocurren por algo, por ejemplo porque tengan lugar procesos de interiorización y asimilación, búsqueda de soluciones, confusión, concentración…o incluso descansos. Por lo tanto, no sólo son una realidad sino que creo son necesarios y productivos, así que como tales hemos de respetarlos perdiendo por completo el miedo a los mismos.
Muy relevante me parece también el tema referente a las instrucciones. Nos estamos formando para ser docentes, para enseñar, y se enseña sobre todo a través de las instrucciones. Es una muy buena oportunidad en el aprendizaje porque queremos llevar a cabo una comunicación real con los alumnos. Considero básico que se lleve a cabo de una manera progresiva en función del progreso del alumnado, comenzando desde una instrucción clara y breve, utilizando códigos convenidos y dando paso a instrucciones menos sencillas y más elaboradas. De esta manera y a través de ella iremos avanzando en el proceso de aprendizaje.
Y por último y más destacable a mi parecer, por cuan llamativo me parece es la graduación del lenguaje. Dice el texto, «en el caso de que nuestra clase no esté basada en la traducción como método, utilizaremos el español como fin y como medio para enseñarlo». Me parece una muy importante tarea como futuros docentes en este campo encontrar ese punto de equilibrio entre nuestro lenguaje de clase y nuestro lenguaje fuera de la misma. Ser capaces de cuidar nuestro español haciendo siempre un uso natural del mismo, adaptándolo a cada situación y necesidad.
El papel del profesor es vital en el proceso de aprendizaje en general y lo es también en el relativo a una lengua extranjera. Conocer y dominar el tiempo y las tareas que se van a emprender en clase forma parte de la importante labor del docente. Entre ellas está también conocer cuando callar y fomentar la participación de los alumnos.
En cuanto al idioma que se debe usar en clase, si el nivel de la clase lo permite, creo que es preferible usar siempre el idioma meta, y en principio, evitar hablar un tercer idioma o el idioma de los alumnos, así como evitar que lo hablen entre ellos. En cuanto a la traducción, me inclino bastante hacia evitarla. Creo que depende un poco del ejercicio en cuestión, pero en la mayoría de los casos, creo que se puede rodear el concepto, abordarlo desde la mímica, el dibujo o simplemente dando una aproximación y dejándolo reposar para recordarlo en otro momento con un uso similar. En cualquier caso, si se trata de una duda concreta que impide al alumno continuar, considero mejor recurrir a un buen diccionario.
Por último, en cuanto a la graduación del lenguaje, creo que es conveniente una leve adecuación al nivel de los alumnos, pero siempre se debe tender a la naturalidad, puesto que el idioma oral tiene acentos y matices que el alumno debe conocer si quiere comunicarse oralmente en un contexto social natural.
Acabo de leer el capítulo 3 del libro de Encina Alonso y la verdad es que me ha parecido una lectura amena y con una gran cantidad de ejemplos que te ayudan a ponerte en la piel del profesor, y también en el del alumno.
El artículo comienza enumerando las situaciones en las que el profesor y los alumnos hablan o alguno habla y el otro guarda silencio, de una forma esquemática pero con muchísimos ejemplos que resultan muy útiles para comprender cada situación.
Un tema importante en el que nunca me había parado a pensar es en la importancia del silencio en la clase. Hoy comentábamos que los españoles parece que tenemos miedo al silencio, parece que es algo malo y enseguida nos da por hablar. Aunque lo hagamos de manera inconsciente, me ha quedado claro que debemos dejar esos momentos de silencio para que los alumnos piensen, asimilen conocimientos y se tomen su tiempo para hacer algunos tipos de ejercicio. Si intentamos llenar esos silencios, al final sólo hablará el profesor y ese no es el objetivo. También el silencio es importante si el profesor tiene que pensar cómo responder a una determinada pregunta. Es importante que los alumnos guarden silencio durante las explicaciones y mientras el profesor da instrucciones sobre alguna actividad. En mi opinión, el silencio en la clase es fundamental a la hora de escuchar a los demás, es una señal de respeto hacia el compañero que habla, También puede ayudarnos a crear expectación a la espera de la solución de una actividad e incluso puede ayudarnos a crear actividades: empezamos una frase y nos callamos para que el alumno la termine.
El texto también abre mi visión sobre la traducción a una lengua común. Hasta ahora pensaba que la traducción era algo “malo”, que había que insistir en que el alumno pensara en la lengua que está aprendiendo y no utilizar en la clase su lengua materna. Está claro que hay situaciones en las que no merece la pena perder mucho tiempo en dar explicaciones y recurrir directamente a la traducción, pero ojo, sin abusar. La traducción es útil además para explicar ciertas expresiones y como herramienta de comprobación de que el alumno ha comprendido el concepto.
Otro tema del artículo es la traducción como ejercicio y el uso del diccionario. Estoy de acuerdo en que los alumnos aprendan a traducir textos de manera global y no de forma literal o palabra a palabra. También es útil que se familiaricen con el diccionario, pero no usarlo de manera “abusiva” para evitar que sean comodones y no utilicen la cabeza para deducir el significado de algunas palabras.
Respecto a la graduación del lenguaje es cierto que no somos actores, cada uno tenemos unas peculiaridades lingüísticas que dependen de nuestro entorno. No podemos fingir que hablamos de una manera, forzando nuestra pronunciación y entonación, pero sí podemos intentar ser naturales y esforzarnos en pronunciar las palabras correctamente, evitando por ejemplo comernos algunas letras. ¡Complicado para los andaluces! Importante el consejo de la autora sobre evitar hablar como si estuviésemos con nuestros amigos.
Otro tema es el uso de términos gramaticales. Me gusta la recomendación de usarlos sólo si el alumno tiene un conocimiento de estos términos en su propia lengua. Si no es así creo que el no usarlos simplifica las cosas. La mayoría de nosotros casi ni nos acordamos de esos términos y eso que somos nativos. Se pueden explicar las cosas de manera sencilla sin recurrir a esta terminología.
Fundamental el apartado de las INSTRUCCIONES. Me ha quedado clarísimo como deben darse las instrucciones, poner ejemplos y comprobar que se han entendido. Si podemos también es bueno ayudarnos con gestos y recursos visuales como complemento a las instrucciones. Además en clase también se ha comentado que preferiblemente se usen las palabras transparentes para ayudar a la comprensión de las instrucciones.
En fin, espero que con este curso sea capaz de manejar bien la clase y llevar a buen puerto a mis futuros alumnos. Me quedo con las tres claves que nos da Antonio en su artículo: opciones, decisión y acción.
Acabo de leer esta entrada. ¡Me hace tanta ilusón que el libro os ayude! No dudéis en poneros en contacto conmigo si queréis hacer alguna consulta…
He tenido la oportunidad de poder estudiar idiomas en diferentes etapas, y después de las dos primeras sesiones del curso, cada vez estoy más convencida de que es una labor esencial por parte del profesor preguntarse cada día cómo ayudar a sus alumnos a aprender. Es cierto que ahora es el estudiante el que se encuentra en un primer plano, y por ello fomentar su autonomía para que llegue a controlar y dominar progresivamente su mismo proceso de aprendizaje es vital. Sin embargo, no debemos olvidar que es la sombra del docente la que controla todo este mecanismo de aprendizaje. Sólo así podemos comprender que las clases «pasen», «fluyan», sin que apenas nos demos cuenta de ello, aprendiendo conceptos, estructuras, terminología… completamente nuevos.
Gracias al profesor, que sabe y quiere focalizar la atención en los alumnos, adecua todo su proceso de enseñanza a ellos.
Es por ello que, cuando un profesor se enfrenta a un grupo, sabe o va adquiriendo el conocimiento de cómo y qué transmitirle, sin crearle incertidumbre, o, al menos, reduciéndola al máximo; naturaliza las pausas que crean silencios que incluso lleva a su terreno para que todos se encuentren cómodos. E igual ocurre con la mezcla de lenguas: una vez conozca el nivel de sus alumnos (algo muy importante) erradicará en mayor o menor medida el uso de las lenguas maternas frente a la meta. En este aspecto, creo que es de bastante ayuda servirse de otras lenguas para contribuir al buen funcionamiento de clases con extranjeros, más aún si son principiantes y es la primera vez que se enfrentan al nuevo idioma. Es más, puede ser otro recurso para el profesor. De igual forma, ocurre con tácticas como son los gestos o las demostraciones: son una resolución natural de algunos problemas que pueden aparecer a la hora de explicar o dar instrucciones para ejercicios y que además pueden mostrar aspectos culturales desconocidos para los estudiantes.
Incluso la adecuación y la graduación del lenguaje que utiliza un profesor depende siempre de sus alumnos, del nivel y de los objetivos que estos quieran alcanzar. No existe una pauta establecida, siempre hay que encontrar el término medio para no parecer ni insuficientes ni exagerados frente a ellos.
Posiblemente, en la naturalización del proceso de enseñanza y en la adecuación focalizada en el alumno estén las claves para que, al menos, este no esté continuamente mirando la hora y maldiciendo el momento en que eligió estudiar el nuevo idioma.
Dirigir una clase es una tarea en la que el profesor debe ser consciente de todas las decisiones que lleva a cabo. Desde la terminología y entonación que utiliza hasta sus silencios.
Como profesores inexpertos, es importante que prestemos atención a nuestra forma de hablar en clase. No expresarnos muy rápido ni extremadamente despacio. Lo más natural posible dentro de las limitaciones que nos marcaríamos para hablar en público.
En cuanto al uso de la traducción a otras lenguas, siempre me ha parecido inadecuado. Sin embargo, creo que su uso en algunos casos puede resultar beneficioso. Por ejemplo cuando la expresión o palabra es difícil de explicar y en ambos idiomas tiene el mismo sentido. La traducción es una opción efectiva para optimizar el tiempo en la clase y que el alumno no se frustre, siempre que no se recurra a ella como norma.
Ante todo, agradecer la oportunidad que se nos brinda (particularmente a los que estamos empezando) a través de este blog de acercarnos al mundo de la enseñanza de una lengua.
Creo firmemente que para transmitir cualquier tipo de idea se debe tener claro cual es el objetivo, incluyendo a quién nos dirigimos, qué reacción o no queremos provocar en el que nos escucha, cómo hacerlo, etc. Es algo que normalmente hacemos de forma natural en nuestra vida cotidiana.
Pero ¿qué ocurre cuando tratamos de enseñar? Yo diría que se trata de evidenciar y planificar todo lo anterior, plasmarlo de forma ordenada y gráfica para que exista comunicación entre el profesor y el alumno y el mensaje que le llegue a éste último sea el correcto.
Por tanto, y tras la lectura del comentario de este blog acerca del manejo de la clase, comparto los tres aspectos fundamentales de opciones, decisión y acción. Identificar estas opciones, en primer lugar, en función del tipo de alumnado y recursos, seleccionar la más adecuada y llevarla acabo demuestra bajo mi punto de vista un control de la situación, un control de la clase.
Tras la lectura del artículo facilitado hoy en clase, quisiera comentar que me ha parecido realmente interesante los temas abordados, como los silencios en clase, el uso de la traducción, el uso de la terminología lingüística y la forma de transmitir las instrucciones a realizar por los alumnos.
Ha expuesto de forma muy clara la realidad de un aula en cuanto a estos temas pero además nos hace reflexionar a través de preguntas como por ejemplo: ¿Puedes pensar en tres momentos más en los que suela producirse silencios en la clase? o ¿Cómo podrías cambiar ciertas explicaciones sin utilizar términos gramaticales como complemento indirecto y complemento directo?
Me han trasladado a momentos en los que seguro que nos encontraremos en un futuro y debemos estar preparados para afrontarlos.
El papel del profesor es fundamental para que el aprendizaje de una lengua se lleve a cabo de forma satisfactoria. El buen profesor ha de ser capaz de saber cómo manejar a sus alumnos, en qué momento dirigirse a ellos y llevar la voz cantante y en qué otros hacer que sean ellos los protagonistas de la clase. Es decir, el buen profesor ha de ser capaz de transmitir que su papel no es más que el de mediador en el proceso de aprendizaje y que su función no es otra que la de facilitar el mismo.
Del mismo modo considero necesario dar cabida a los silencios y a unos momentos de pausa para que los alumnos puedan reflexionar e interiorizar las pautas o contenidos dados.
Sobre la traducción, es cierto que el uso abusivo de la misma puede dar lugar a un aprendizaje poco comunicativo de la lengua o incluso a su dependencia pero creo que también es una herramienta muy útil para reforzar conocimientos. Por tanto, es conveniente establecer unos límites al uso de la traducción en clase.
Por último, en cuanto a la graduación y uso de terminología lingüística, creo que se debe encontrar el término medio para ambas cosas, utilizando un lenguaje claro sin que llegue a ser artificial y haciendo uso de términos lingüísticos que faciliten la comprensión y no la obstaculicen.
El papel del profesor, es una herramienta clave en el camino hacia un aprendizaje significativo. Sus decisiones y su adaptación a los diferentes tipos de clase a los que se pueda enfrentar, serán fundamentales para poder transmitir los conocimientos que posee.
En mi opinión, los alumnos deber ser los principales protagonistas de la clase, sin embargo, el profesor debe saber cuando intervenir en el momento oportuno y qué decir, para corregir y como decíamos antes, guiar al estudiante hacia un aprendizaje significativo.
En relación al uso de la traducción y a la graduación del lenguaje, considero que es algo que depende totalmente de las características de la clase y a los gustos del profesor, aunque bajo mi punto de vista, es positivo usar la traducción de una forma moderada, pues resulta muy beneficiosa para el estudiante. La graduación del lenguaje variará según el nivel de nuestra clase, pero es importante no forzar demasiado nuestra lengua con el fin de facilitar el aprendizaje a nuestros estudiantes, pues a la larga, estaremos haciendo lo contrario.