El vídeo se ha convertido en los últimos tiempos en una herramienta indispensable en la realización de diferentes tareas: nos saludamos y felicitamos con él; estudiamos y ampliamos conocimientos, contactamos con otros y compartimos nuevas experiencias, aprendemos a utilizar nuevas herramientas… Está claro que la conexión tan consolidada con nuestro día a día lo convierte en un recurso que debemos tener en cuenta por algo más que  su gran valor ilustrativo.

 

Es cierto que en los últimos tiempos se están realizando intentos por incluirlo como una herramienta más en nuestras aulas, pero ¿estamos tratándolo  como se merece? ¿las actividades que planteamos explotan todo su potencial?¿estamos desarrollando una verdadera competencia o tratamos los vídeos como meros audios con imágenes? El primer paso que debemos dar parece claro: hay que determinar qué habilidades debemos desarrollar para hablar de una competencia real en este ámbito.

 

El Consejo del Audiovisual de Cataluña (CAC), llevó a cabo en el año 2005 una iniciativa para definir y consensuar el concepto de competencia audiovisual[1]. Logró reunir a 68 expertos del ámbito iberoamericano y nacional para definirla  y dar unos ámbitos de actuación docente y ciertos descriptores.

En el citado documento, esta competencia queda definida como la capacidad de un individuo para interpretar y analizar desde la reflexión crítica las imágenes y los mensajes audiovisuales y para expresarse con una mínima corrección con estos nuevos medios. Se trata de un conjunto de habilidades que hasta hace poco han estado adscritas al gran apartado que suponen las competencias digitales pero que, por las posibilidades que nos brindan, merecen una atención especial.

A la hora de desarrollar esta competencia, se observan dos parámetros en los que deberíamos movernos los docentes:

 

En lo personal: debemos promover la interacción entre emotividad y racionalidad. Cuando trabajamos con vídeo, es muy fácil centrarnos en factores estéticos y emocionales y descuidar los estímulos de tipo intelectual que los mensajes pueden provocar.  La persona competente audiovisualmente tiene que ser capaz de convertir la emoción en reflexión.

 

En lo operativo: debemos favorecer una interacción entre el análisis crítico y la expresión creativa. No solo hemos de favorecer que sean capaces de analizar críticamente los productos audiovisuales, sino que además deben ser capaces de producir mensajes sencillos pero aptos como productos reales y comunicativamente eficaces.

A la hora de trabajar la Competencia Audiovisual, un aspecto fundamental es la selección. Decidir qué material es adecuado para el aula es una labor que puede consumir bastante tiempo y, en ocasiones, corremos el peligro de distraernos con criterios no estrictamente didácticos.

 

Aquí os dejamos una propuesta de criterios que debemos tener en cuenta para realizar una buena selección de materiales audiovisuales:

 

  • Duración. Es evidente que para la duración y el formato de una clase de idiomas no parece muy adecuado trabajar con largometrajes. Hay que pensar también que si nos interesa centrarnos en aspectos lingüísticos, es mucho más rentable trabajar con fragmentos cortos en los que resulta mucho fácil y efectivo centrarnos en aspectos lingüísticos.

 

  • Adecuación a la tarea. No siempre el vídeo es la muestra más adecuada para presentar o practicar determinados contenidos. Es importante no dejarse llevar por la fascinación por el formato y discriminar cuándo es rentable y cuando no e incluir los textos audiovisuales en las secuencias.

 

  • Adecuación al nivel. Como en cualquier otro tipo de texto, es cierto que la dificultad siempre radica en la tarea que se propone, sin embargo, los productos en los que predomina la interacción deben ser tratados con cautela cuando la competencia es más baja, aquellos que son de tipo expositivo ofrecen más posibilidades en niveles inferiores.

 

  • Calidad. Los años no perdonan y algunos materiales quedan rápidamente desfasados ante los avances tecnológicos y los nuevos formatos. Debemos estar atentos para buscar y actualizar los modelos que aportamos ya que siempre va a ser relativamente fácil encontrar el ejemplo actualizado del vídeo que llevamos usando años.

 

  • Presencia online. Conviene elegir plataformas de fácil acceso. El alumnado debería tener oportunidad de revisarlo y reproducirlo fuera de clase, las veces que considere necesarias. Aquí hay que prestar atención a las posibles restricciones de copyright o derechos de autor, aplicables tanto a la reproducción como a la manipulación del producto.

 

  • Relevancia para el estudiante. Los vídeos que elegimos deben ser significativos y, en la medida de lo posible, cercanos al mundo y a la realidad de nuestros estudiantes. A veces, tendremos que claudicar y aceptar propuestas culturales un tanto alejadas de nuestras preferencias personales.

 

  • Valor estético. En igualdad de condiciones respecto al contenido, deberíamos apostar siempre por la calidad y los valores como producto cultural. No debemos olvidar que muchos de ellos son una representación de patrones estéticos con los que se nos puede identificar.

 

Y tú, ¡cómo seleccionas los audiovisuales para tus clase?

[1] Ferrés Prats, Joan; La competencia en comunicación audiovisual: propuesta articulada de dimensiones e indicadores.

https://www.cac.cat/pfw_files/cma/recerca/quaderns_cac/Q25ferres2_ES.pdf

 

Juan de Dios López Rael

Profesor de español y formador de profesores , CLIC IH Sevilla

Licenciado en Filología Hispánica y Máster de ELE por la universidad Pablo de Olavide. Formador de profesores y tutor en línea de los cursos de formacionele.com.

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