Durante las últimas décadas, el análisis de los errores de los aprendientes de una L2 ha arrojado luz sobre cómo se adquiere una lengua y ha dejado claro que el error no es eliminable del proceso de aprendizaje; al contrario, su presencia refleja los esfuerzos de nuestros estudiantes por reformular sus hipótesis.
El error es una manifestación del sistema lingüístico en evolución. Por tanto, la corrección debe ser entendida como un valioso instrumento para potenciar el proceso de aprendizaje de una L2, pues a través de ella, los alumnos tienen la oportunidad de reformular y de confirmar las reglas de su interlengua.
Los errores de nuestros alumnos son un instrumento importantísimo para los profesores que quieren ayudar a sus alumnos en el proceso de aprendizaje y adquisición de la L2. Nos dan pistas sobre su nivel de interlengua: qué sabe el alumno sobre la lengua que está aprendiendo y dónde está en relación a los objetivos correspondientes a su nivel.
Asimismo, los errores son muy valiosos para nuestros estudiantes, dado que proporcionan una ocasión ideal para focalizar los aspectos formales de la lengua a partir de un feedback reactivo que ayuda a nuestros estudiantes a decir adecuadamente lo que ellos mismos querían expresar.
No obstante, esto no significa que haya que corregirlo todo. A continuación te ofrecemos algunos consejos para hacer más efectiva la corrección en el aula:
1. Acepta la utilidad de la corrección en el aula, pero ten paciencia, pues sería un error pensar que, tras la reparación, se produce automáticamente aprendizaje.
2. Sé tolerante y selecciona en función de varios criterios, como el nivel de interlengua de los estudiantes, el objetivo de la actividad o la naturaleza o gravedad del error (los errores de tipo pragmático o cultural son importantes, dado que se corre el riesgo de que se genere una percepción negativa de las personas que aprenden una lengua).
3. Adapta la corrección al nivel de competencia lingüística y comunicativa de tus alumnos. Recuerda que no merece la pena detenerse a analizar aspectos de la lengua que el alumno todavía no conoce.
4. Varía las técnicas de corrección y adáptalas al objetivo de la actividad que se está realizando. Si estamos haciendo una actividad centrada en la precisión, corrige de la forma más inmediata posible, pero trata de favorecer la autocorrección. Utiliza técnicas diversas como la variación del tono de la voz, los dedos, etc. para ubicar el error y dar pistas que ayuden a los estudiantes a reconocer el error y poder repararlo por sí mismos. En este tipo de actividades, corrige solo los errores relacionados con el objetivo de la clase.
5. Si se produce un error durante una interacción oral entre el profesor y un alumno, intenta no interrumpir su discurso; retoma la parte de la producción en la que se produjo el error, reformúlala de forma correcta y trata de que la conversación siga su curso con naturalidad.
6. En algunos casos detectamos que la producción de un estudiante, si bien no va contra la norma, no es del todo adecuada, puesto que está diciendo algo diferente a lo que realmente quiere decir. En casos como este, trata de que el alumno reflexione sobre lo que acaba de decir y dale la oportunidad de reformular sus palabras.
7. Si se trata de una actividad comunicativa de producción oral entre los estudiantes, procura no interrumpir a menos que sea absolutamente necesario (por ejemplo, si el error dificulta o hace imposible la comunicación). Toma nota de los errores (tanto de los que están relacionados con el objetivo de la clase como de aquellos que afectan a otros aspectos de la lengua ya tratados en el aula) y haz una corrección al final de la actividad.
8. Al escribir las frases en la pizarra, recuerda contextualizar bien, no escribas el error aisladamente, sino dentro del intercambio en el que se produjo.
Créditos de la imagen de este artículo: Clic International House.

José Luis Álvarez Cavanillas
Profesor de español y formador de profesores , CLIC IH Sevilla
Licenciado en Filosofía y Máster de ELE por la universidad de Barcelona. Formador de profesores y profesor en el máster de ELE de la universidad Pablo de Olavide de Sevilla. Autor de materiales didácticos para formacionele.com.
Si quieres, puedes leer otras contribuciones suyas en este blog.
me parece una información muy útil, y me ha enseñado a aprender algo más sobre la metodología de enseñanza. Considero muy importante saber como corregir, cuando, el qué, etc. Creo que siempre hay que mantener el interés del alumno y cuidar mucho el que no se frustre o desanime, por lo que hacer de su error, un camino hacia adelante para su proceso de aprendizaje, me parece muy acertado. Me gusta la idea de intervenir lo menos posible y fomentar la autocorrección por parte del alumno, para ello tendremos los profesores que hacernos de técnicas que lo induzcan a ello. Gracias Jose Luis por la información.
Resulta difícil de creer que alguien que se dedique a la docencia, haya llegado al desempeño de su función sin equivocarse nunca y, por eso mismo, es igualmente seguro que habremos sido corregidos en multitud de ocasiones.
Por ello en mi opinión, hay algo que no podemos olvidar: la empatía. Hemos de ser flexibles, claros y constructuvos, pero sin que suponga una frustración innecesaria.
Creo que cometer errores es muy útil tanto para el alumno que aprende lo correcto mucho mejor como para el profesor que se da cuenta de dónde puede incidir la próxima vez en la explicación.
Los errores, «se cometen», al igual que los robos, crimenes, inclusive genocidios, recuerdo el comentario de nuestro tutor y autor de la entrada al respecto de la herencia negativa que hemos recibido en torno al error por nuestra cultura PaleoJudia. El error debemos apreciarlo como una parte fundamental de los ensayos del alumno de cara a la mejora de sus habilidades.
Por ello debemos generar un ambiente en el que el error se normalice, puede parecer sencillo, pero al tratarse de formación y en grupos, la forma de hacerlo es fundamental para cumplir con el alumno a nivel individual y con la clase a nivel colectivo. Debemos elaborar comportamientos naturales ante el error y establecer diferentes niveles de importancia de los mismos. Es decir no se limita a saber corregir de una manera optima al alumno, el cómo, sino cuando debemos actuar, la fluidez de la clase podría verse afectada o podriamos caer en el error de focalizar en demasia en un alumno. Así que en función de la importancia del error y la actividad en la que nos encontremos actuaremos de distinta forma. Saber corregir permite a los alumnos interactuar más y mejor, pero para ello debemos analizar de manera rapida y sencilla como debemos actuar en cada tipo de error, ahí está una de las multiples tareas del docente.
Una vez escuché: «El único hombre que no se equivoca es el que nunca hace nada», y aunque sea de Perogrullo, es cierto que no tenemos tan en cuenta que el error es parte de la vida. Y siendo más concretos a la hora del aprendizaje es vital. Significa intento, ganas de probarse y progresar. Siempre se nos ha enseñado en el miedo a equivocarnos, pero es muy interesante cómo se le puede sacar partido sabiendo cuándo y cómo corregir al alumno, sobre todo la parte de la autocorrección.
Me ha gustado mucho observar que el error se toma como una oportunidad y no como una «piedra» en el camino. Y muy interesante diferenciar qué errores no corregir. Si son errores de niveles no alcanzados no aportamos nada con la corrección. El respeto y la constancia, no presionar ni señalar como claves de la corrección. Ser conscientes de que el error da la oportunidad de seguir avanzando y valorar a quien se arriesga. Muy interesante todo 🙂
Formándome como estoy ahora en la labor de ser profesora y sintiéndome aún más alumna que otra cosa , empatizo mucho con lo que es cometer errores como algo que debe ser usado en tu propio beneficio y para aprender. Castigar el error es una idea anticuada que me hace volver a mi adolescencia y al miedo que solía provocar ese paseo a la pizarra del profesor… SÍ a la corrección positiva , NO rotundo al abuso de poder en el aula. Espero poder aprender a ayudar a mis alumnos a tener confianza en sí mismos y de paso reforzarla yo misma a la hora de corregirles y corregirme.
Como muy bien se ha explicado anteriormente, el error representa un avance en todos los sentidos. Aunque esta palabra tiene una connotación negativa generalmente (como muchas personas piensan) puede llegar a convertirse en el triunfo más apetitivo en el ámbito de la enseñanza. Es un proceso de introspección con uno mismo, puesto que lo más importante es ofrecer diferentes soluciones al «error». Si uno es capaz de reconocer y asimilar dicho «error» podrá avanzar tanto humana como profesionalmente. Una vez reconocido y asimilado dicho error, los alumnos observarán que el profesor también puede equivocarse al igual que ellos. Esto puede convertirse en un proceso de enseñanza-aprendizaje recíproco, puesto que ambos (profesor y alumno) observan cómo cometen los errores y son capaces aumentar sus conocimientos. Sí, por supuesto el error puede provocar un desánimo en el alumnado; pero el profesor tiene el cometido de evitar este estado psicológico de los mismos y hacerles ver que el «error» es únicamente una parada más hacia el éxito. Si son capaces de entender esto, probablemente avanzarán muchísimo en su nivel de idioma. También el docente tiene que evaluar las capacidades (en su cierta medida) de cada uno de sus alumnos puesto que de esta manera podrá ser más efectivo a la hora de corregir los diferentes errores que puedan cometer. El éxito depende en su mayor medida del «error», si el ser humano no cometiera errores podría pensar que todo lo hace bien; pero esto no es exactamente así. En general, necesitamos «fallar» para poder avanzar en muchas de nuestras vivencias. De igual manera, el profesor también puede concienciar a su alumnado de todo esto cuando cometan algún tipo de error. El objetivo es ofrecerles la suficiente confianza para que no tengan miedo de cometer algún fallo. Si se logra esto aunque sea «parcialmente», el desarrollo y éxito de cada clase brillará enormemente. Si el profesorado y el alumnado convive con el error cada clase, podrá experimentar «seguramente» un gran avance en cada uno de los objetivos pretendidos.
Muchas gracias por el artículo. Primero de todo, sostengo que los profesores tenemos que darle valor e importancia a la corrección de errores porque si el mismo profesor no cree en la utilidad de ella, difícil será que el alumno la perciba como una actividad que le permita mejorar.
Respecto a los trabajos escritos, estoy totalmente de acuerdo con que es fundamental contextualizar el error. A mis alumnos del instituto de la secundaria, suelo proponerles el juego Kahoot que preparo tras extraer los errores, es decir, las citas de sus trabajos, no olvidando comentar las respuestas después de cada pregunta. Así, el proceso de presentación de los errores se convierte en algo más lúdico y se quita un poco la tensión al tratar los errores en clase. Luego, les pido a los alumnos que escriban la corrección de los errores en sus cuadernos de apuntes y que no sólo indiquen la palabra o frase errónea sino también propongan un breve análisis del error en cuestión y algún ejemplo parecido. Luego, lo pueden comentar en grupos pequeños e incluso presentar las conclusiones más valiosas a sus compañeros porque a menudo las explicaciones de los propios estudiantes son las que ayudan a comprender mejor.
Es cierto que cuando estamos aprendiendo un idioma nos da miedo cometer errores por lo que nos dirá el profesor o por retrasar la clase, pero la verdad es que el concepto de error ha dado un giro con respecto a hace años y nunca se había considerado como uno de los pasos principales y por el que todos pasamos para el aprendizaje de otra lengua. Gracias a todas estas claves espero que en un futuro cuando imparta clase de español a extranjeros sepa cómo y cuándo corregir y que los alumnos lo interpreten como un refuerzo positivo.
A lo largo de las clases que he recibido como alumna me he sorprendido con los profesores que hacían algo tan simple y significativo como corregir en verde y animar al estudiante para que perdiera ese miedo de cometer errores en el aprendizaje. Ahora que el punto de vista es el del docente, entiendo cada vez más lo que hay detrás del error, incluso de los diferentes tipos de error y que resulta algo más complejo de lo que se puede pensar a simple vista.
Es fundamental lo que se dice en el artículo, entender lo valioso que es el error, adaptar las correcciones al objetivo que se busca y el momento en el que se producen. Dejar hablar al alumno y ofrecerle la posibilidad de que se dé cuenta sobre su propio error es una estrategia muy importante así como ofrecerles tiempo para que asimilen lo que han hecho mal y cómo hacerlo o decirlo de la forma correcta. Cada alumno es un mundo y siempre hay que ser tolerante, usar diferentes técnicas y explicar la solución al error más adelante, por ejemplo, si vemos que es necesario y ayuda a alcanzar el objetivo propuesto en la clase (contextualizando siempre).
Me parece un gran avance en la educación el cambio de paradigma que ha sufrido en el concepto «error», alejándolo de la idea de negatividad o fracaso (en el proceso de aprendizaje, pero también en el de enseñanza). Comparto la idea de que el error es inherente al proceso de adqusición de la lengua y que es útil si es trabajado adecuadamente. Para trabajarlo adecuadamente creo que es necesario, como bien expresa Jose Luís, entenderlo como una oportunidad para acercarnos más a la comprensión del nivel de interlengua en el que se mueve el estudiante y nos permite focalizarnos en aspectos formales de la lengua que permitirán una mejor capacidad comunicativa.
Creo que es imposible entender el proceso de corrección de errores como una estructura inflexible o como un manual de instrucciones a aplicar «a pies juntillas» . Desde mi punto de vista, creo que una vez tenemos interiorizados los objetivos propios de la corrección de errores, así como sus ventajas y desventajas, es necesario el uso de la intuición para decidir si un error lo corregimos o no, o cómo lo corregimos. Aun así creo que el listado de consejos que nos ofrece el artículo es muy acertado y nos permite anticiparnos a posibles actitudes equívocas por parte del profesorado.
Dado el nuevo enfoque donde el alumno es parte importante y central del proceso de aprendizaje, entiendo muy valioso este artículo en tanto en cuanto hace una valoración positiva del error, lo eleva y lo lleva al terreno del alumno, de su «interlingua», lo hace participe de él y le permite que sea el alumno el que lo corrija, le ayuda en definitiva a saber porque se equivoca, facilita el desarrollo de la enseñanza y consigue que el alumno aprenda a aprender.
Muy interesante.
Un saludo.
Tema escabroso el de la corrección de errores. Hoy nos tocó en clase debatir acerca de este tema y aunque casi todos coincidíamos en que había que corregir desde la empatía, el respeto y la paciencia, parece que no alcanzábamos quorum en aspectos como qué debe corregirse y en qué medida. Tampoco habíamos caído en la cuenta de la existencia de errores de tipo pragmático y de tipo cultural. Muy interesante este aspecto. Gracias por los consejos.
Gracias, muy útil el artículo y los comentarios al mismo. A veces uno duda dónde están los límites entre corregir y ayudar al alumno y coartarlo. Con estos consejos lo tengo más claro.
Tradicionalmente la enseñanza del vocabulario ha sido muy estática, es decir, listados de palabras, traducciones simplistas, etc.
Estoy de acuerdo en que es fundamental contextualizar para corregir los errores, ya que el vocabulario se comprende e interioriza mejor cuando se visualiza dentro de una frase o desde el contexto desde el que cometieron el error. Para ello, la pizarra del aula y la elaboración de tarjetas con las que poder repasar el vocabulario son herramientas buenísimas para llevar a cabo este tipo de correcciones.
Muy interesantes y útiles consejos sobre el error y su debida corrección. Personalmente, creo que lo que más necesito aplicar a la hora de dar clase es el no interrumpir al aprendiente cuando comete un error, dejar que continúe su discurso, tener más criterio para elegir cuándo corregir.
Un gran acierto la creación tanto de este post como de la parte I del mismo. Como se señala en ambas partes, es muy importante que se haga ver tanto a los alumnos como al profesor, la importancia de la corrección. Considero que tenemos una concepción de la misma bastante negativa y al mismo tiempo equivocada. Hemos ido creando durante años la imagen de que corregir es algo negativo, algo que el profesor hace con poca sutileza y en algunas ocasiones en lugar de animar al alumno a mejorar, lo que hace es desanimar al alumno a seguir mejorando y aprendiendo.
Por ello tomo estos consejos aquí enumerados, porque los considero bastante valiosos. Debemos de aprender cómo y cuándo como profesores, debemos corregir a nuestros alumnos tomando la fórmula correcta para animarles y que posteriormente reformulen su trabajo para mejorar de forma autónoma por ellos mismos pero siempre guiada por los profesores.
Muy buena entrada. Me ha parecido muy interesante, puesto que antes el error se percibía como algo negativo y ahora nos hemos dado cuenta de la importancia que tiene en el aprendizaje del alumno. Saber corregir sin desmotivar a los estudiantes no es fácil pero con estos consejos seguro que mejoraremos y ayudaremos más en lugar de castigar.
Importante saber distinguir los tipos de corrección, cuándo hay que dejar al alumno expresarse, sin interrumpir su producción y cuándo es necesaria la corrección inmediata.
Muchas gracias por compartir sus conocimientos.
Es maravilloso que el profesor se haya bajado de la tarima y la educación hoy en día se centre en el alumno. Corregir es importante, siempre y cuando esa corrección se ciña a los contenidos imprescindibles para la unidad evitando subrayar errores irrelevantes. De esta forma se evita desmotivar al estudiante y desviar su atención a otros puntos que no son los que se están trabajando.
Siempre que se pueda evitar (ya que dependiendo del contexto sí puede ser necesario evaluar), debemos señalar los errores como parte del proceso de aprendizaje y aceptarlos como algo natural.
Personalmente siempre que puedo intento decir alguna cosa en la lengua materna de mis alumnos, para que se relajen y vean que no por estar al frente de la clase soy necesariamente más inteligente (y ellos menos), y que todos tenemos mucho que aprender todavía.
Gran diatriba que se nos presenta en este artículo. El error, corregir o no corregir, esa es la cuestión. Acostumbrados a la forma en que hemos aprendido tradicionalmente siempre hemos visto el error como lo peor que se podía cometer en el proceso de aprendizaje. Fallar siempre ha sido malo y sobre todo de cara a los demás. Con la evolución en los sistemas educativos se ha visto y comprobado que el error es necesario. Nadie nace sabiendo. Al perder el miedo al error hacemos evidente aquellos campos que son más dificultosos a la hora del aprendizaje, pudiendo corregir nosotros mismos o con ayuda estos aspectos.
Esta nueva visión también da otro papel a la relación entre profesor y alumno. El profesor deja de ser ese gran tirano que acechaba al alumno en cuanto se equivocaba y el alumno deja de ser ese ente poco participativo que estaba en la clase.
Creo que lo más importante que hay que tener en cuenta es que no se corrije para evaluar, sino para que los estudiantes aprendan. Y recordemos que errar es de sabios…
Estoy de acuerdo con el autor en cuanto a que la corrección eficaz del error puede ser un elemento positivo en el proceso de enseñanza – aprendizaje, aunque la corrección siempre se haya visto de manera negativa.
Corregir debe ser siempre un acto de evaluación positiva, de modo que el estudiante saque provecho de la corrección a la cual está siendo sometido. No creo que haya una receta para corregir, todo depende del medio y el nivel en el cual estamos enseñando.
En definitiva, el articulo me parece muy interesante y esclarecedor.
Aristóteles hablaba en su Poética, tal vez el primer manual para narradores de la historia, del concepto de «anagnóris». Este recurso, propio de la tragedia, hace referencia al momento de la trama en el que el personaje principal descubre datos esenciales sobre su identidad, seres queridos o su entorno, ocultos para él hasta ese momento. Como resultado, la trama cambia radicalmente de dirección, igual que lo hace la perspectiva del héroe sobre los hechos narrados y su propio destino. Un ejemplo paradigmático de este recurso lo encontramos en Edipo rey de Sófocles, cuando el protagonista descubre que la persona que había matado era su padre y que su esposa es su madre. Toda esta digresión la pongo sobre la mesa porque, si asumimos que el profesor es el equivalente moderno del mentor clásico, y el alumno el equivalente moderno del héroe, la función de las correcciones del primero estarían de algún modo encaminadas a que el héroe/alumno alcance esa anagnórisis o instante de revelación en el que al fin se da cuenta del error en el que se encontraba. No se trata de apabullar, recalcar o insistir, sino de guiar al alumno hasta un punto en el que por sus propios fueros descubra dónde fallaba para interiorizar esos cambios e incorporarlos a su nueva visión del idioma. Todo está en los clásicos. 😉
Me parece muy interesante la consideración que hace del error el articulo, como generador de crecimiento, de presencia cercana de dos lenguas en la persona que aprende y que poco a poco se irán separando en formas y reglas concretas. Este concepto elimina la sensación de fracaso y de frustación que inhibe la comunicación y la creatividad.
De esta forma la corrección será menos severa, más concreta, más eficaz y motivadora.
Tras la lectura de los artículos de Blanco Picado y José Luis, debo decir que estoy muy de acuerdo con la exposición que dan sobre la corrección eficaz en el aula de español la valoración positiva que dan al error.
El significado que siempre se ha dado al error es el de algo negativo que hay que eliminar cuanto antes y evitar a toda costa. Sin embargo, nos ayuda a aprender y mejorar nuestras capacidades y habilidades en la lengua extranjera. Es una herramienta de gran valor, de la que el alumno se sirve para corregir y asentar lo correcto. Un estudiante puede sentirse avergonzado o motivado, según la forma en que se le corrija, y ahí es donde entra el profesor.
Este no debe corregir todo, sino, como dice Blanco Picado, lo que crea conveniente e importante para que ayude al alumno a aprender y no para evaluarlo. Tiene que saber cuándo interrumpir o dejar continuar, en definitiva, guiarse por el qué, cómo, cuándo, porqué y para qué. Esto es muy importante hacerlo de forma adecuada, ya que puede llevar al alumno a equivocación o tener consecuencias negativas en el aprendizaje de la lengua extranjera. Se debe ayudar al estudiante a saber expresarse correctamente, creando un feedback positivo entre ambos. La interlengua, el equilibrio entre el aprendizaje formal e informal.
Para terminar, un caso personal. Estuve en clases de conversación de francés, éramos un grupo de 6 personas, todos con el mismo nivel aproximadamente, pero con distintos problemas en el idioma. La profesora nos daba cada día un tema de interés para todos y ajustado a nuestro nivel. Hacía una serie de preguntas abiertas a la reflexión que debíamos debatir o bien con nuestro compañero o en grupo. Ella no nos interrumpía en ningún momento, a no ser que hubiera problemas de comunicación, y dejaba que habláramos libremente en francés. Al final de la clase, apuntaba en la pizarra de forma anónima los errores gramaticales, estructurales o de uso de la lengua que habíamos cometido. Con esto quiero decir, que la técnica que usaba la profesora y que es comentada en ambos artículos, nos ayudaba muchísimo a mejorar nuestras capacidades en la lengua, sin someternos a un esfuerzo descomunal y todo sin dejarnos en evidencia delante de los demás.
Tras leer el artículo de Blanco Picado, se ha reforzado una idea que tenia en mi cabeza peo que no sabía muy bien como explicarla: la presencia de la Lengua Madre es vital es el aprendizaje de español.
Voy a llevar este comentario a mi campo: el aprendizaje de español desde una lengua oriental:
-Los idiomas orientales no comparten cultura, raiz ni escritura con las lenguas occidentales. Esto hace que un alumno oriental de español se encuentre en una clara desventaja con otro occidental
-debido al caracter de los japoneses, estos tienen un profundo miedo a equivocarse, lo que les hace depende de su diccionario electrónico. En palabras de muchos amigos japoneses «necesito el diccionario para vivir». El tema del diccionario electrónico en los estudiantes japoneses es un tema mi interesante que se podría debatir en otro momento.
Todo esto se deriva en una dependencia enorma de la lengua madre por parte del alumno asiático. Si cogen un libro de texto de un alumno oriental verán que está lleno de anotaciones en su idioma, en las que intentan traducir una forma gramática o expresión del español a su idioma. El alumno oriental siempre intenta traducirlo todo y darle una traducción que más se acerque a su lengua madre. Un error característico de los japoneses es «yo tampoco no he ido al cine» debido a que esa forma gramatical es correcta en su idioma. Pero por los problemas que hemos visto antes, no se puede dar una traducción exacta debido a todos los matices que hay entre una lengua y otra. Yo mismo soy estudiante de lenguas asiáticas y conozco estos problemas de primera mano.
Además se añade el problema de que el alumno japonés se frustra muchísimo. Muchas veces ellos me comentan que sienten frustración cuando sus compañeros entienden algo a la primera y ellos no pueden. Yo les pregunto que porqué no le preguntan al profesor y ellos me dicen que tienen miedo de molestar a la clase. Esto es entendible si conocemos su mentalidad.
Entonces, ¿como nos enfrentamos a la corrección de un error cuando lo tiene un alumno oriental?
En primer lugar valerse de los v liosos consejos de Jose Luis. Todos ellos son muy necesarios para una eficaz corrección.
Pero también hay que tener en cuenta que no podemos tratar oor igual a un alumno oriental que a uno occidental, ya que su forma de interpretar errores y corrección es muy distinta a la nuestra. Opino que algo efectivo sería la tutoría con el alumno para comentarle los errores, para que el alumno no sienta que su dificultad está afectando al resto de la clase.
Y en tercer lugar, es algo dificil en una clase plurilingüe pero conocer la lengua del alumno para encontrar la raiz de su error opino que daría muchas ventajas para correjir este error.
Tras una lectura detenida del artículo de Blanca Picado (2008) y de esta entrada en el blog, me he quedado gratamente impresionado, por la postura de ambos ante los frecuentemente demonizados errores del alumno. El error deja a un lado su carácter negativo, ya no será perseguido, ahora es analizado y contextualizado. Se convierte en toda una fuente de información acerca tanto de la fase de aprendizaje en la que se encuentra el alumno, como de sus estrategias personales de adquisición y asimilación de la nueva lengua. Ante esta evidencia el profesor dará respuesta a las necesidades latentes, así adecuará su estrategia, método, materiales, forma de trabajo y actitud.
Los errores son naturales, parte del proceso de aprendizaje de una nueva lengua, y se hacen más evidentes en la expresión oral, en un marco comunicativo más espontáneo. Y sobre su origen parece planear la sombra de la interlengua. Siendo la interlengua el sistema personal construido por el estudiante de una segunda lengua mientras la aprende, bajo la influencia de las reglas de la lengua materna.
Y sobre cómo se enfrentará el docente a estos errores, supondrá un giro copernicano respecto a las posturas tradicionales. Los errores son en sí aprendizaje, así que tendremos que enseñar a verlos y a valorarlos como parte del camino, deben ser dignificados y tener su lugar.
La corrección será más sutil y específica, centrándose en los aspectos relevantes del nivel de aprendizaje en el que está el alumno, aunque también de “errores fosilizados” de niveles anteriores. Ésta no tiene por qué ser realizada siempre por el profesor, otras estrategias de gran valor será recurrir a los debates, compañero, pacto de códigos de errores o la autocorrección. La corrección deja de penalizar al alumno, ahora se trata de que tengan consciencia de que existen, y así viéndolos puedan esforzarse por superarlos y así continuar con el proceso de interiorización de la nueva lengua.
Se considera un error lingüístico al empleo inadecuado de una lengua. Existen diferentes tipos de errores lingüísticos. Los alumnos pueden tener una mala competencia lingüística (errores gramaticales), y por otra parte, pueden cometer errores de tipo comunicativo (como por ejemplo, errores que se cometen a la hora de contar una historia utilizando el pretérito indefinido, y una mala contextualización de algunas oraciones que conllevan a una dificultosa comunicación entre compañeros de clase). Por lo tanto, el profesor debe actuar de guía y de herramienta de corrección ante estos problemas para evitar acentuar los errores en los alumnos. Digamos que el profesor tiene la obligación de pulir el idioma que los alumnos están aprendiendo.
Ahora sí, el tema se centra en cómo y cuándo debemos corregir a los alumnos para que nadie se sienta incómodo en clase. Como profesores debemos evitar o desviar situaciones en las que los alumnos puedan sentirse acorralados o humillados en clase. Por lo tanto, la forma en la que se haga la corrección es fundamental, y ésta ha de ser sutil, y de forma educada. Socialmente el hecho de cometer un error de cualquier índole está mal visto. Pero la verdad es que para que se lleve a cabo un aprendizaje, el error es fundamental, porque sin él no tendríamos criterio. Hay que establecer una referencia para poder distinguir entre lo que está bien y lo que no, y el error nos ayuda a hacerlo.
Como profesores de una lengua extranjera, ¿cuándo tenemos que efectuar una corrección? Bajo mi punto de vista, el momento para corregir a una persona que comete errores de forma aislada al resto de compañeros, sería hablando con él o ella a solas durante los descansos o al finalizar la clase. Esto lo haría de forma muy delicada e intentando dar consejos de cómo mejorar (haciendo ejercicios y facilitando material de refuerzo e incluso ofreciéndole mi ayuda personal, etc.). Incluso me plantearía como profesora, el hecho de cambiar al alumno a una clase en la que el nivel lingüístico se adecue más al suyo. Con esto evitaría momentos de tensión para esta persona. Ya que aprender no debe convertirse en una tortura, si no más bien todo lo contrario. De todas formas, esto lo debatiría previamente con el alumno. Si por el motivo que fuera no se diera el caso, existe la adaptación curricular que trata de ajustar la enseñanza a cada individuo, puesto que cada persona tiene un ritmo de aprendizaje diferente.
De igual manera, si durante la observación de la clase en general percibiera errores frecuentes y comunes, las correcciones las realizaría de forma educada, con paciencia y sin intención de hacer sentir a los alumnos inferiores por equivocarse. En este caso, las correcciones las realizaría durante las clases dirigiéndome a todos, una vez que hubiera observado el funcionamiento de las actividades. Aunque hay momentos en los que hay que ser rápidos a la hora de corregir para evitar viciar la lengua que se pretende aprender. En los niveles más avanzados deben hacerse al instante, ya que de otra forma el alumnado no notaría la evolución en el aprendizaje de la lengua extranjera. La razón de esto último es que resultaría desmotivante.
Si nos referimos a grupos de alumnos de menor nivel lingüístico, las correcciones instantáneas se deberían hacer pero siempre intentando que cooperen todos (por ejemplo, realizando repeticiones del vocabulario que se está dando en el momento).
Desde mi punto de vista, los errores lingüísticos se cometen porque la parte del cerebro que se dedica a la utilización del lenguaje tiende a buscar estructuras similares a las de su lengua materna. Según Chomsky, todo ser humano tenemos la capacidad de hablar, y existen estructuras lingüísticas universales en todos los idiomas. Lo que ocurre es que en muchos casos las estructuras no coinciden, y lo que los estudiantes intentan hacer es traducir literalmente o adaptar la gramática de su lengua materna a la de la lengua meta. Es entonces cuando se cometen los errores.
En primer lugar agradecer a José Luis está entrada. El interés por que me suscita el tema del error es bastante alto. Considero fundamental el clima que se crea en la clase con relación al aprendizaje generado. Y gran parte de ese clima viene dado por la relación entre el profesor y sus alumnos. El momento de la corrección de errores puede volverse en algo tenso si no se gestiona correctamente. Y ese clima enrarecido haría imposible el aprendizaje.
Dicho esto, pienso que no puede decirse que el cómo sea más importante que el cuándo, o que el porqué lo sea más que el qué. No pueden separarse. La corrección del error es un todo indivisible. Es necesario conjugar todas estas cuestiones de la mejor forma posible.
No creo que existan unas reglas fijas de corrección. Soy de la opinión de que todo depende del tipo de alumnado que tengamos en ese momento en el aula. Las variables pueden ser desde la edad, hasta motivos culturales o que el estudiante esté en su país o en inmersión lingüística. Deberemos tener en cuenta todos los factores para elaborar una estrategia de corrección precisa que permita generar esa confianza para que surjan los errores sin vergüenza.
Para terminar lanzo unas preguntas que me han surgido. ¿Qué ocurre si me equivoco por corregir en un momento o de una forma inadecuada y esto provoca un cambio de actitud en el alumnado? ¿Cómo consigo recobrar su confianza? ¿Puede ser que existan alumnos que prefieran una corrección más intensa que otros?
Afortunadamente, la concepción del error como equivalente al fracaso ha ido dejando paso al entendimiento de que el error forma parte del aprendizaje. Y no sólo eso, debe ser considerado como materia prima, como un punto de inflexión en el proceso.
En oposición a la Escuela Conductista, en que se premia el acierto y se castiga el error (Pavlov y sus perros) se encuentra la Escuela Cognitiva, dónde el profesor trata de dar los medios al alumno par que construya una nueva respuesta. Es decir, utiliza una técnica similar a la del conocimiento científico: prueba-error. Se debe tratar de guiar al alumno para que analice y razone el error, de forma que sea capaz de generar un nuevo intento de respuesta correcta. Siempre con delicadeza y tratando de valorar el esfuerzo. Hay que evitar la angustia frente al error a toda costa.
Así mismo, es trabajo del profesor analizar el por qué del error y enfrentarlo de la forma adecuada. Se debe considerar la retroalimentación en el proceso educativo ya que es evidente que no todo el alumnado aprende de la misma forma y se deben tener en cuenta factores epistemológicos, psicológicos y didácticos.
Y aquí, en este punto, es dónde personalmente me alineo con las ideas de Foucault en cuanto su concepción del componente epistemológico en el proceso de aprendizaje en contraposición (o actualización) a lo propuesto por Chomsky y los defensores de las Teorías Cognitivas. Personalmente, no considero la existencia de conceptos universales lingüísticos. Es decir, los procesos comunicativos forman parte del instinto animal, pero no la creación de una estructura gramatical. Éstos vienen dados, en mi opinión, por el contexto socio-cultural, político y económico en que se desarrolla y se educa una persona. Como ejemplo, los diferentes casos de niños ferales y sus diferencias fundamentales en el desarrollo de niños crecidos en ambientes sociales.
Volviendo al tema de la corrección del error, es labor del profesor saber qué, cómo, cuándo, de qué forma y por qué debe corregirse el error. Debe saber cuándo intervenir y cuándo dejar seguir. A veces, corregir demasiado pronto, interrumpir o tener una actitud equivocada respecto al alumno y su error puede conllevar consecuencias negativas en lugar de positivas.
Ayudemos al alumno a apreciar el error y venerar la duda. La resolución del error debe plantearse como un reto apasionante para el alumno, como una subida al Tourmalet en un caluroso día de verano. Al llegar a la cima, estará cansado mental y físicamente pero sabrá que tiene la capacidad de hacerlo y verá con buenos ojos la ascensión al Galivier de la jornada siguiente.
Las lecturas me han resultado muy interesantes y orientativas. Siempre me han aparecido bastantes dudas en relación a este tema, sobre todo en lo que respecta a cuándo y qué errores corregir. Los artículos me han ayudado a afianzar y concretar mis ideas sobre la corrección de errores en el aula.
Creo que sería bueno aprovechar la ocasión y analizarnos a nosotros mismos, somos nuestro mejor ejemplo. Sin duda, en este aula todos hemos estudiado una L2 y hemos experimentado algunos de los síntomas que se mencionan en los textos.
Por ejemplo, hace cosa de un año -ya viviendo en Australia- empecé, de repente, a usar los determinantes posesivos en inglés de forma incorrecta. ‘She is shopping with his brother.’ Esto fue fuente de mi frustración durante varias semanas, ya que yo pensaba que este tipo de error no se correspondía a mi nivel de inglés y que era algo que no me podía permitir. Ahora entiendo que se trataba de un error de producción que quizás vino ocasionado por una mejora en la destreza de la fluencia. Yo era capaz de hablar mucho más rápido que antes, pero sin embargo, afloraba constantemente este error básico. Fue cosa de tiempo y el error se corrigió solo -gracias a dios.
También me he acordado de mis amigos Erasmus: los italianos y los alemanes, por ejemplo. Ambos debían asistir a cursos de español y ambos se enfrentaban a una prueba de nivel al comienzo. Resultaba -en muchos casos- que un italiano que nunca había estudiado español entraba al mismo nivel que el alemán que llevaba estudiándolo un par de años. Es cierto que tras los dos o tres primeros meses, me asombró el progreso y el dominio de la lengua que había alcanzado el italiano, mientras que el avance del nivel del alemán no me llamó tanto la atención. Sin embargo, al final del curso el italiano se había estancado y seguía cometiendo los mismos errores: ‘Sol, estoy probando de llamar a la mia amica pero non la he sentito desde ayer. Lo pegor es que Mario non viene a cenar esta noche’. Pero en junio, el alemán venía y me decía: ‘Sol he intentado llamar a mi amiga pero no da señales de vida desde ayer. Lo peor es que Mario no viene a cenar esta noche’.
Las limitaciones, mayores o menores, que se nos presentan cuando estudiamos otra lengua nos hacen emplear variedad de recursos de forma casi inconsciente ante la necesidad de comunicarnos. El italiano se valió desde el principio del recurso de transferencia de su lengua madre al castellano. Al cabo de poco tiempo, dejó de ir a clase al ver que era capaz de desenvolverse con facilidad en su día a día. Su mensaje era perfectamente captado por los nativos y nadie le corregía. Como consecuencia, lo que empezó empleando como recurso, se transformó en un error fósil de la interlengua, cada vez más difícil de erradicar. Sin embargo, el alemán, al no poder valerse de una forma tan obvia de este recurso contrastivo entre la LM y la L2, se vio forzado a seguir trabajando y corregir errores ante la necesidad de transmitir un mensaje que fuera comprendido.
Para terminar, otra pregunta que me ha surgido es, ¿hay que corregir diferente en función de la edad? En este sentido, ¿qué diferencias y similitudes habría entre un aula de adultos y otra de niños? ¿Cometerían dichos grupos el mismo tipo de errores?
Lo primero que me gustaría hacer, es dar la enhorabuena por este artículo ya que me ha sido de gran ayuda para comprender muchas cuestiones que tenía en el aire, y de la importancia que realmente tiene la corrección de errores en una clase. Te aporta información muy valiosa, a la cual le podemos sacar partido a la hora de realizar nuestras prácticas.
En mi opinión, la corrección de errores es algo delicado de aplicar, creo que hay que saber cómo y de qué manera hacerlo para que nadie se sienta ofendido, intimidado, ridiculizado….. por ello, el error hay que tratarlo como algo natural sin darle más importancia de la que tiene. Simplemente hay que observar, localizarlo y buscar la manera más práctica y fácil para que los alumnos puedan entenderlo, intentar proporcionarles ciertas pistas que los lleven a reparar dicho error por ellos mismos, ya que cómo bien se menciona en este artículo, siempre hay que procurar desembocar en la autocorrección, porque es la mejor manera de asimilar ese error y darte cuenta realmente en lo que te has equivocado. Si te facilitan la solución sin ningún tipo de esfuerzo por tu parte no lo vas a asimilar de igual forma y seguramente se olvide a corto plazo.
Es muy importante que los alumnos tengan claro que equivocarse no es negativo, (que » quien tiene boca, se equivoca», una buena frase hecha que sería bueno enseñarles), al contrario, deben percibir cómo a la persona que se atreve y arriesga a contestar aún equivocándose, nosotros valoramos su esfuerzo, la animamos, la motivamos a que siga con esa actitud de valentía, a pesar de que su respuesta haya sido errónea. Lo que no podemos consentir es que la persona que cometa el error se sienta mal por haberse equivocado, y que esto conlleve a retroceder en su aprendizaje porque ya le costará más participar en clase ante el miedo de volver a equivocarse. Dicha persona optará por la solución más fácil, que es la dejar de participar en clase, sólo lo hará cuando se realice alguna actividad en la que se requiera forzosamente la participación de cada uno de los alumnos. Por tanto, deben tener claro que los errores son algo positivo, para ellos y para el profesor, para el cual es una fuente de información acerca de sus alumnos, a través de los errores identifica que tema debe reforzar, que nivel van adquiriendo, en que fallan sus alumnos y así poder ayudarlos, que al fin y al cabo, es de lo que se trata, y así seguir alimentando su aprendizaje hasta conseguir nuestro objetivo. El profesor es quien tiene que encargarse de que dichos alumnos lo vean así, a través de su comportamiento ante cualquier error, su tono de voz, su manera de corregirlo etc….siempre siendo paciente y respetuoso, nunca alterándose mostrando gestos y caras que hagan sentirse incómodos a sus alumnos.
Esta es mi opinión sobre este artículo, y solo espero poder llegar a realizar una buena corrección de errores en mis clases prácticas, con la ayuda de compañeros y profesores.
Fenomenal..Me ha ayudado mucho
Tras leer ambos artículos- los cuales considero muy prácticos y de gran utilidad- podría decir que es fácil decirlo y más difícil hacerlo. Pero para ello hay que practicarlo. El resultado de dichos consejos en la práctica son fascinantes y positivos, muy lejos de lo que uno a priori se pudiera pensar del error.
Antiguamente se pensaba que el error era algo negativo y que el profesor debía evitar que sus alumnos cometieran errores, y se conseguía previniendo el error. Poco a poco esta concepción fue cambiando hasta que actualmente hay estudios que estipulan justamente lo contrario, es decir, que el error es algo positivo como aseguran diversos autores, entre ellos mi gran favorito Harmer, del cual he aprendido mucho.
De hecho es bueno que los errores ocurran durante las clases de una lengua para que el alumno pueda aprender a partir de su propio error. Pero ¿Qué es un error? ¿Existe una definición clara? La respuesta es no, de hecho hay varias versiones y definiciones, pero quizás la más simple y la aproximación más común es comparar las afirmaciones generadas por los alumnos sobre aquello que el profesor nativo produciría en una situación parecida, y determinar así si y qué alcanza las formas lingüísticas según lo que ellos contienen desviando la aceptación, corregir una norma e identificarla como base fundamental.
Entre los errores cometidos por el alumno y esa famosa corrección cabe destacar la intervención del maestro en el aula, la cual debe ser estudiada y premeditada, ya que una mala actuación puede llevarnos a la desmotivación del alumno y a que se sienta estresado respecto a la lengua que se está estudiando y su proceso de adquisición se detenga.
Sin embargo un profesor tiene que darse cuenta de que todos sus alumnos cometen fallos y esto es algo natural y útil para aprender.
Al trabajar cuándo y por qué algo está mal, ellos aprenden más sobre la lengua que están estudiando, es decir, al trabajar sobre el propio error se afianzan mejor los conocimientos.
Los profesores no pueden irritarse porque haya alumnos que siempre hagan preguntas en la clase, es más, tienen que verlo como algo positivo y es parte del éxito de las habilidades del alumno. El profesor también tiene que animar a los alumnos a experimentar, sobre todo a los menos extrovertidos. En definitiva, el alumnado comete errores y es el profesor el que tiene que usarlos y darles una utilidad en el aula.
Por empezar tengo que decir que estoy totalmente de acuerdo con el error como algo clave en el proceso de aprendizaje. Sin los errores cometidos a lo largo de nuestros propios procesos de aprendizaje, donde estaríamos todos ahora.
A mi parecer quien lleve adelante la enseñanza deberá en ella plantearse la necesidad de tomarse los primeros encuentros con los estudiantes no solo para negociar cuestiones, sino también para aclarar mínimamente su visión respecto de las correcciones que realizara durante las clases y el porque de las misma, esto para ayudar a los estudiantes a tomar dichas correcciones de un modo que no les resulte frustrante y también para que estos sean conscientes de que el hecho de equivocarse implica también un avance en el proceso en el que se encuentran.
Mas allá de las aclaraciones y negociaciones pertinentes y posibles, creo que el corregir eficazmente los errores depende de un abanico de factores tan amplio que es casi imposible determinar a ciencia cierta cual seria la mejor forma de hacerlo, cuando y como; para cada estudiante en particular.
Por tanto para mi el desafió para el profesor en el caso de corregir errores es precisamente acercarse lo mas que pueda a esa «corrección ideal» por llamarla de algún modo, que ademas de ser eficaz, tenga un timing que permita a los estudiantes comprensión e interiorización de aquello que se esta tomando para ser corregido.
Como futura profesora de Español, he de reconocer que el tema de las correcciones me intimida bastante, no porque crea que no sabré distinguir los errores, sino más bien por que temo verme en alguna situación en la que no sepa si es oportuno corregir el error o no, ya que no es lo mismo una clase de unos diez alumnos, en la cual podrías interrumpir una actividad, a una clase particular en la que tienes un mayor control de la situación.
Tras leer ambos artículos en el blog y el artículo escrito por Blanca Picado, tengo más claro que la corrección en un aula es importante para que el estudiante aprenda, pero no debe darse en exceso, ya que esto podría intimidar o avergonzar al estudiante, o interrumpir la actividad. Es por eso que considero que dentro de la enseñanza de una segunda lengua, como el Español, el tema de la corrección al alumno es el que más debo trabajar, ya que la manera en la que yo corrija a un estudiante en mi clase va a influir directamente en su aprendizaje.
La experiencia que actualmente poseo en lo que se refiere a la corrección en un aula en la que se imparte una segunda lengua no es muy amplia, principalmente he dado clases particulares, al ser un único alumno sabía que no sentiría vergüenza de expresarse en una lengua que no era la suya, cuando cometía algún error yo solía llevar a cabo dos correcciones principalmente, por un lado repeticiones, yo le daba la expresión correcta, y el alumno la repetía, e incluso lo repetimos juntos, esta técnica resultaba de gran utilidad debido a que era un alumno auditivo, pero por otro lado cuando cometía errores en redacciones al escribir, le entregaba al alumno una serie de frases seleccionadas de los errores que había cometido, y a veces incluía alguna extra si veía que había algún factor que debía enfatizar y al final del ejercicio conseguía corregir todos o casi todos los errores por si solo, y luego los repetimos, para asegurar una mejor retención, siempre y cuando el tiempo fuera propicio, y al hacerlo no estuviéramos perdiendo tiempo de otra actividad.
Todo lo mencionado sobre la corrección me recuerda a cuando yo estudiaba Inglés en la academia, y el profesor nos corregía de manera instantánea si era un aspecto rápido, y a veces al final de una actividad oral, o tras corregir unas redacciones escribía en la pizarra algunos de los errores que había escuchado para que nosotros tuviéramos la opción de corregir nuestros propios errores y aprender de ellos y a mi me parecía una técnica bastante buena, ya que hacía al estudiante razonar sobre su propio error, sin dar directamente la respuesta.
Espero poder llegar a corregir a mis alumnos en un aula de Español, sabiendo los errores a los que debo darle mayor importancia, y también el momento oportuno para hacer las correcciones.
Efectivamente, el error es un buen método de aprendizaje; cuando de pequeños nos decían «no hagas esto», la mayoría de las veces lo haciámos y era entonces cuando entendíamos el porqué: nos habíamos equivocado y habíamos aprendido que no se debía de hacer gracias a ese «error».
Respecto a cómo y cuándo corregirlo, veo claro que no hay que centrarse en la persona que haya errado, esa persona se ha arriesgado y ha tenido valor de decir algo, esté bien o esté mal; por lo tanto, nos centraremos en el error más que en la persona. Si el mismo error es cometido siempre por la misma persona, ahí habrá que mandarle algún refuerzo en privado; pero creo que por lo general, hay que hacer la correción de manera grupal y después de la actividad que se esté realizando para que el error no persista.